~ MIQUEL JULIÀ: ALTA COCINA DE BARRIADA

Un retrato firmado por Miquel Julià.

Un retrato ‘de mercado’ firmado por Miquel Julià.

Le he visto muchas veces en plena acción por las calles de Palma, con la mirada a punto y el gesto bien engrasado. A la que salta, pero no a la defensiva. Miquel Julià se encara con el instante, lo cita y dispara como quien se juega la vida. Se ha jugado, además, más de un guantazo, pero hasta el momento ha salido indemne, siempre con su pequeño botín de realidad colgado del hombro e inmediatamente olvidado. Tiene estrella. Esta noche inaugura Menjamiques, una exposición de contenido sociogastronómico, en la galería Fran Reus. Será uno de los platos del festival PalmaPhoto, bien orquestado por Fernando Gómez de la Cuesta. La de Miquel Julià, es una gastronomía pequeña, cotidiana, de bares de menú, escenas de mercado, comensales solitarios, parroquianos devotos, comedores de migas y migajas, transacciones a base de céntimos, antros donde aún se fía… Una gastronomía de cuartos, de dos perras, de a diez duros. Sin campanillas ni sumilleres. Sin aspavientos. Desde AJONEGRO estaremos arropando su insaciable mirada, en lo que será nuestra primera acción offline, tras un año y siete meses de vida. Y lo haremos presentando las delirante sobrassadèliques de Cesc Reina, maestro de los oficios de la carne y cocinero intermitente. Un genio de la gastronomía gamberra sobre quien ya hemos contado cuatro cosas en este blog. Sus sobrasadas locas nunca tendrán DO. El menú va que ni pintado con el imponente fresco que Tià Zanoguera, otro de los comensales de este festín colectivo, se ha marcado en la pared del fondo. Mireia, de Can Majoral, nos pondrá más de un vino, tal vez alguno de ellos prohibido. Richard Piccone, del Forn de la Missió, abundará en la sobrasada con sus crujientes cremadillos. AJONEGRO aporta también sus pintxografitos, una serie de disparates gastronómicos (no comestibles), caligrafiados e ilustrados por Flavia Gargiulo. Y la fotógrafa Maria Romagosa nos regala un divertido y brillante retrato de Miquel Julià, ávido fotoadicto a la alta cocina de barriada. Fran Reus pone la ironía y la paciencia, que no es poco.

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