Archivo de julio 2021

~ PARAMNESIA GOURMET (II): BÉNS D’AVALL

Cati Cifre y Benet Vicens, años ha.

Hoy quería hablar sobre los cocineros Benet y Jaume Vicens, padre e hijo y residentes (tantas son las horas que meten) en Béns d’Avall, restaurante de la costa sollerica. Pero no, en lugar de preguntarle al padre sobre el hijo, y viceversa, decido finalmente que sea una mujer, Cati Cifre, quien lleve la voz cantante en esta crónica. Ella está siempre al cargo del servicio y la puedes ver tanto demorándose cordialmente en la conversación con unos clientes como desespinando un pescado o secando copas: no se le caen los anillos. Cuida de su casa sin descanso y no es capaz de dejar a nadie desatendido. De hecho, ha habilitado una pequeña terraza para que un cicloturista pueda tomarse un refresco o una pareja despistada de viajeros se siente a descansar y picar algo frente al inmenso mar como hipnótico espectáculo… Y lo mejor es que todo eso acontece en un local con estrella Michelin. Estrella tardía, dicho sea de paso, porque tendría que haber caído hace al menos quince años. Ya que hablamos de servicio, aplaudo el fichaje del sumiller Miguel Ángel Gener, que regresa tras un largo periplo laboral por islas caribeñas. A Cati Cifre, madre y gobernanta de la casa, le cedo ya el micro, muy gustosamente, para que sea ella quien nos hable de Benet y del hijo de ambos, Jaume, y nos explique cómo se organiza este tándem paternofilial: «Jaume tiene mucha paciencia y sabe escuchar a su padre, así que hay un buen equilibrio entre confianza y respeto: es una relación muy bonita y de la que estoy orgullosa. Se llevan de maravilla, incluso mejor entre ellos que conmigo. Jaume aporta más riesgo, más frescura, como tiene que ser, y Benet le compensa con la prudencia. De todas formas, en el trabajo nos comportamos como profesionales y los dos tenemos muy claro que Jaume ya es el jefe de cocina».

Relleno de cordero de la Serra de Tramuntana.

Y después de estas palabras de la matriarca de Béns d’Avall, vamos a ver qué pasa sobre la mesa. Ante todo y de principio a fin, desfilan los orígenes familiares y culturales de esta casa fundada hace cincuenta años y un mes. Como aperitivo, Posidonia: un homenaje a los mejillones marinera que hacía la abuela paterna de Jaume, Catalina Mayol, y a la presencia benéfica y constante del mar en Alconàsser, cala de la costa brava mallorquina. Es una ostra abierta al vapor con espuma de su agua, alga codium y matices de verano (melón y pepino encurtido). Sigue un viaje en el tiempo, Apicius, ensalada de raya con garum de anchoa y ajo negro más olivada, carasau (pan tostado de origen sardo), rabanito, brotes del huerto y helado de miel del propio olivar con ras-al-hanut. Un plato especiado que se inspira en la cocina romana y en el fattush, receta árabe que reúne vegetales, aromáticas y pan tostado. En mi opinión, un pescado más sabroso -como la sardina o la caballa- aguantaría mejor esta abundante y alegre carga de condimentación. Plato principal de pescado: lomo de dentón con vinagreta tradicional (vegetales de temporada en brunoise), flores de calabacín rellenas de nyàmera (topinambur) y espuma de beurre blanc a la lima kaffir. De carne: medallones de cordero de la Serra de Tramuntana, pierna que se adoba y rellena con sobrasada vieja y camaiot, se ahuma sobre brasas de encina y se sirve con un frit de verduras de verano y varia negra (otro embutido local) en tartaleta de trigo blat mort (gustosa harina que les sirve Stephane Carayon). Este plato, pariente del clásico y festivo gigot relleno, se completa con una salsa del propio asado y unas láminas de trufa poco expresivas. Para no saturar con más platos y detalles técnicos, reduzco los postres, muy laboriosos, a una mágica combinación de sabores: almendra, pino y limón. Una tríada de ingredientes que congela y transfigura el paisaje de Sóller en una postal antigua y comestible.

Postre a base de almendra, limón y pino: los aromas estivales de Mallorca.

~ PARAMNESIA GOURMET (I): MACA DE CASTRO

Raya a la sal con holandesa de hinojo marino.

Este mes está resultando de lo más paramnésico porque los menús-degustación que he podido disfrutar me han deparado sensaciones déjà vu y me han devuelto al pasado. A ese remoto pasado en que yo salía de casa para acudir a restaurantes de campanillas donde siempre acababa comiendo y bebiendo más de la cuenta por imperativo laboral. Ahora que las grandes casas vuelven a abrir sus puertas -tras un paréntesis demasiado largo y aún con la incertidumbre de la marea vírica y sus olas sucesivas-, toca afilar bien el boli e ir explorando esos regresos tan deseados. Estrené el siete del siete, san Fermín, la temporada estival mallorquina (a ver lo que dura…) y lo hice a lo grande: con la cena de preestreno de Maca de Castro: una reunión en petit comité para ensayar y comentar los nuevos platos la víspera de la apertura. La cocinera de Alcúdia se ha afianzado en su estilo: búsqueda de la intensidad y aclamación del producto con el concurso de un mínimo de ingredientes afines. Y antes de verlo con varios ejemplos, rescato lo que escribí hace quince años sobre el entonces Jardín*: «Es increíble (y reconfortante) que en un entorno cien por cien guiri como este del Port d’Alcúdia se esconda y resista uno de los mejores restaurantes de la isla. Entusiasmo, constancia e inquietud, claves de la supervivencia.»

Espardenyes al pilpil, un clásico de Maca de Castro.

Vamos con esos bocados sintéticos a modo de ejemplo: Maca de Castro cocina la raya a la sal (cocción redonda para una brillante idea) y la sirve napada generosamente (nada de puntitos) con una holandesa sedosa de hinojo marino; flamea mínimamente la caballa (sólo por la parte de la piel) y la combina con unas deliciosas flores de calabacín escabechadas; monta sus ya clásicas (y fresquísimas) espardenyes al pilpil sobre un crujiente de su corteza. Otros binomios notables en onda mar-y-campo: mejillones con sobrasada y langosta con conejo (lomo curado y riñones). Destaca también su homenaje a la patata de sa Pobla: finas láminas cocidas en grasa de pato y saïm vermell (manteca de cerdo), montadas en forma de flor y acompañadas de jugo de cochinillo. El menú se cierra con un pastel semidulce: láminas de obulato de morro de ternera con crema chantilly, praliné de bellota e higo fresco, un postre que nos revela su perfil más experimental y más serio. Ojalá en tiempos venideros el mundo sea otro y Maca de Castro pueda prolongar la temporada hasta adentrarse en el otoño para mayor regocijo de sus seguidores… Como ya lo hacía así hace muchos años, sería otro falso déjà vu de lo más deseable.

* Publicado en Cocinas y cocineros en Mallorca, guía editada en 2006 por Diario de Mallorca.

 

 

~ INTERIORES DE MENORCA (y III)

Dani Mora, chef de Sa Pedrera des Pujol.

Una gran casa. Siento decir que de contadísimos restaurantes de Balears podría hablar como de “una gran casa”. Me refiero a esos negocios en los que a una cocina notable y un esmerado servicio se suma la calidad de la bodega, de las instalaciones, de la ubicación, del menaje, de la atmósfera… Uno de esos escogidos es Sa Pedrera des Pujol, regentado y mimado desde 2003 por Dani Mora, en cocina, y Nuria Pendás, en la logística global. Durante 18 años han ido creciendo profesionalmente y reinvirtiendo en este merendero abierto en 1969 en una vieja cantera de Torret. La carta se decanta hacia el paladar clásico, en el sentido de académico, pero con toques muy de la tierra: sardinas Fra Roger (franciscano del siglo XVIII), hechas à la minute en escabeche agridulce (servido caliente); cachete de raya a la mantequilla negra con alcaparras e hinojo marino; morena rellena de gambas con salsa Mare Nostrum (con naranja y pimentón); chuletas de porc negre con manzana salteada, cremoso de apionabo y puré de albaricoque. Acabo con un dulce redondo de la repostera y mano derecha del chef, Sira Veiga: buñuelos fundentes de almendra y yema con arrope. Lo dicho: una gran casa.

Corral móvil de la ecogranja Son Felip.

Corrales itinerantes. Yendo hacia Cala Pilar, uno de los mil pequeños paraísos de Menorca, es muy fácil toparse con la finca agrícola de Son Felip-Algaiarens. Son 600 hectáreas de bosque y 400 de cultivos gestionados por el agrónomo Francesc Font, que asesora a cuarenta granjas de la isla en materia de agricultura regenerativa. Para garantizar la fertilidad y biodiversidad de la tierra, convierte a los animales en herramientas de trabajo: el movimiento diario de vacas, ovejas, cerdos y pollos (con corrales móviles) frena la erosión del suelo. Elaboran un delicioso aceite de olivas arbequina y koroneiki y una delicada miel de zulla, infrecuente leguminosa llamada enclova en Menorca. También comercializan carne ecológica de cerdo y de ternera menorquina (cuentan con 200 cabezas), almendras, varios tipos de melón y harina de ‘xeixa’, antigua variedad de trigo. Además, organizan excursiones a caballo –tanto en pequeños grupos como en solitario– con experimentados jinetes en funciones de guía. De hecho, el Camí de Cavalls, gran ruta que circunda la isla, se adentra en este predio del norte.

Sílvia Anglada, en un retrato de Cristina Ortega.

Fervor por la isla. Auténtica devoción por la gran despensa de su pequeña isla es lo que siente Sílvia Anglada, una cocinera que siempre ha predicado con el ejemplo. En su coqueta fonda del centro histórico de Ciutadella, Es Tast de na Sílvia, el producto insular se enseñorea tanto de la carta como de las sugerencias puntuales. De hecho, es uno de los dos únicos restaurantes de Balears con aval Km0 de Slow Food (el otro es el mallorquín Ca n’Ignasi). Además de la materia prima local, el recetario antiguo de Menorca es para ella otra fuente de inspiración. Pongamos un par de ejemplos irrefutables: arròs de la terra –que no es arroz, sino trigo xeixa ecológico de La Marcona– con mahonesa de azafrán de Tornaltí y carpaccio de gambas de la barca Vicenta (con piedra en la pescadería de Ciutadella); judías finas de la finca Binibò con huevo escalfado de Son Felip, puré de patata roja de S’Hort de Baix Orgànic y tomatigat casero (salsa de tomate muy reducida). Y un postre: bavaroise de requesón de S’Ullestrar con helado del citado azafrán y miel de zulla de Algaiarens.

Vedella tonnata con encurtidos, de Ses Culleres.

Cuatro platos. Cierro esta colección de postales menorquinas con varios bocados que se me han agarrado al paladar mental. A fin de evitar agravios entre vecinos, citaré dos de Maó y otros dos de Ciutadella: paridad gastronómica. Probé una chispeante vedella tonnata con vacuno menorquín ahumado, salpicada de matices de encurtidos, en Ses Culleres, la nueva casa de comidas de Oriol Castell y Marco Collado, con vistas de pájaro sobre el puerto mahonés. Planeando hasta el muelle de levante, y por recomendación del bodeguero Xavi Solano, disfruté de un especiado taco de rabo estofado en chiles con mahonesa de chipotle en Mestre d’Aixa. Del extremo opuesto de la isla, rescato otro taco memorable: el de pollo con mole (supremo) de la cantina Nopales, que regenta el mexicano Hiram Lárraga. Por supuesto, con su margarita. Y acabo con pescado junto a la pescadería de Ciutadella: en la terraza del bar Ulisses, un bullicioso sábado de mercado, salmonete marinado y soasado (al punto) con tomate concassé y trazo picante de kimchi, un plato estimulante de Espe Canals.

Terraza del Ulisses con gamba roja.

~ INTERIORES DE MENORCA (II)

Nofre y Raul Gonyalons, de Algendaret Nou (Maó).

Entre vacas rojas. Nofre y Raul Gonyalons, padre e hijo, se turnan los domingos para poder ordeñar cada día a sus diez vacas vermelles (rojas), raza autóctona que en su día fueron afinando con el concurso de un toro. Obtenida la leche, elaboran en crudo uno de los mejores quesos de la isla, merecedor del aval Arca del Gusto que concede Slow Food. Inspirado por la lectura de los primeros números de la revista Integral, a finales de los 70, Nofre fue pionero al reconvertir Algendaret en una finca de agricultura ecológica. Hoy otro de sus productos punteros es la sobrasada de cerdo negro alimentado con harina de cebada y suero de leche, todo del propio lloc (predio), y además comercializan huevos de gallinas de pastura. Esta vaquería, a sólo 4,5 kilómetros de Maó, ofrece venta directa, pero sus productos pueden encontrarse también en Bio Magatzem, cuidada tienda de alimentos con certificación ecológica.

Queso azul de cabra, elaborado por Marc Casasnovas.

Azul de cabra. Me reencontré al cabo de los años -unos cuantos- con Marc Casasnovas, a quien conozco de su etapa culinaria en Cas Ferrer de sa Font, fonda de Ciutadella donde ponía gambas con queso (hablo de 2003) o paletilla de cabrito con parmentier de manzana. Sigue entre cabras y cabritos, pero ahora retozando en el campo, y elabora uno de los quesos más notables de la isla: el azul (y ecológico) de cabra autóctona menorquina, raza que se ha empeñado en recuperar: ¡un hurra por Marc! Me alegro de que se esté planteando abrir el mismo local -una vetusta y mágica herrería de 1756- pero centrándose en la degustación de quesos locales, proyecto que ni pintado para Menorca. Por el momento, puedes encontrar a este cabrero en su pequeño puesto del mercado agrario de Ciutadella el miércoles o el sábado, día de espléndido ambiente en esta encantadora y bulliciosa plaza de abastos.

Julián Mármol, chef-asesor del nuevo Godai.

Menú menorquinipón. Asistí al menú inaugural de Godai, «el primer japomenorquín del mundo», según reza el lema de su elegante tarjeta de visita. El Grup Moga ha fichado a Julián Mármol, cocinero multimarca afincado en Madrid, para su ambicioso proyecto en Suites del Lago, un cinco estrellas de Cala’n Bosch (Ciutadella). A corto plazo, el objetivo es centrarse en el producto de la isla, pero de entrada se trabaja también con ingredientes foráneos, desde atún de Cartagena hasta salmón de Nueva Zelanda. Les reto a que -por más esfuerzo que suponga- den todo el protagonismo a la despensa local. El chef de Yugo The Bunker y Godai demuestra su habilidad para conjuntar sabores y crear armonías (ortiguilla en tempura con anguila ahumada y escabeche de mejillones) y los bocados tienen esa sutileza desconcertante del paladar nipón. El mejor, sin duda, el fundente nigiri de kamatoro (pieza entreverada del cuello del atún) con gelatina de tosazu (vinagre de arroz macerado). El nombre del restaurante hace alusión a los cinco elementos esenciales, entre los que, según la cultura japonesa, debe incluirse el vacío.

Lluís Anglès, en la tanca o parcela 13 de Binifadet.

Mucho más que vinos. Atentos a la frenética actividad de la bodega-restaurante Binifadet, que ha cogido la gestión del mítico chiringuito Bucaneros, instalado en una vieja caseta de pescadores de Binibèquer, y este mes reabrirá el American Bar, en Maó, con una oferta de tapas y raciones. Además, Lluís Anglès se embarcará junto a Hauser & Wirth en la recuperación de la cantina del hospital militar de la Illa del Rei, islote del puerto mahonés donde esta galería suiza está a punto de abrir un centro de arte. Binifadet tiene planeado para esta ubicación impar un bistró de mar dedicado al producto fresco, según me adelanta Lluís, que ya ha bautizado el establecimiento como Cantina. Ismael Alonso se ocupa, como chef ejecutivo, de toda la oferta gastronómica de este celler de Sant Lluís. Y de cara a lo mucho que aún nos queda de verano, cierro esta reseña con dos refrescantes recomendaciones monovarietales, el rosado de merlot con barrica Tanca nº 13, y el Pieles, chardonnay fermentado en tinajas con hollejos y pepitas.