~ UN ‘FLASH-BACK’ CRUJIENTE

‘Steak tartare’ con patatilla, del Jardín.

Se va el verano y vuelve, al cabo de los años, esa sensación de melancolía preotoñal que teñía los primeros días de escuela, ineludibles y crueles. No es que haya dejado de currar, pero lo he hecho veraneando, que es lo mejor que puede hacerse a cualquier edad. Como decía el autor y director teatral Xavier Regàs, «hemos venido al mundo a pasar el verano». Una gran frase que luego fue adoptada por otro escritor hedonista: Carlos Barral. Entre los incontables placeres que me ha otorgado este verano de 2012, se cuentan varios de naturaleza gastronómica. He probado platos nuevos y me he asomado, tanto en Mallorca como en Alicante, a muchos lugares que no conocía, pero la sorpresa ha saltado donde menos cabía esperarla. No ha sido en un ingrediente de alta cuna, ni en una brillante receta de vanguardia, ni en una desconcertante combinación de sabores, sino en una humilde guarnición de toda la vida.  Más ligada al vermut que a la alta cocina, la patatilla encabeza mi top hit list gourmet de este verano. No la de bolsa, sino la que sirvió en agosto Macarena de Castro, chef del Jardín, como guarnición de su delicioso steak tartare. Fue un momento de emoción gastronómica -el típico flash-back del paladar- porque me recordó a la que hacía mi abuela materna en la cochera de casa. Me acuerdo perfectamente de sus mofletes rojos, de pie ante la gran fritura, de sus elegantes ademanes con la araña y del suave crepitar del aceite. Luego esas chips se ponían en tarros de cristal y se servían en La Marina, bodega que fundó mi abuelo en 1950 y que sirvió vino a granel (y en chatos) hasta mediados de los ochenta en el barrio palmesano de la Lonja. Ha habido más cosas este verano -grandes arroces, calamares recién pescados, guisos caseros-, pero me quedo, sin dudarlo, con ese crujiente momento patatilla.

  1. Estoy deseando tachar de mi lista de pendientes la visita al Jardín, a ver si hay suerte en mi próxima visita a Mallorca.
    Que pena no haber llegado a probar esas patatillas en tarro de cristal de la bodega de tu abuelo, aunque tal y como lo describes puedo paladear ese momento patatilla -esa palabra que fuera de Mallorca extraña- crujiente.

    ¡Saludos!

    • DANINLAND
    • 18 de septiembre de 2012

    Me veo tentado a poner la imagen de fondo de escritorio y pegarle unos lametazos (como el tigrinho, a Vera en «La piel que habito»).

    • María Lago
    • 29 de septiembre de 2012

    Acabo de regresar de Mallorca y ha sido uno de dos, que me hubiese gustado haber probado. En fin, tres días no dan para tanto; pero regreso con grandes recuerdos del BÉNS D’AVALL y de los bocatas de queso brie con tomate seco y sobrasada. Ummmmm ¡que ricas las islas!

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