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~ TOMEU MARTÍ INAUGURA UN BAR DE SAKES

Tomeu Martí, en el restaurante Arume.

Tomeu Martí, en el restaurante Arume.

¿Puede haber una bebida más sutil, cálida, elegante y, a efectos gastronómicos, más versátil que el sake? Me resultaría difícil encontrarla. Su delicadeza zen se adapta tanto a una merluza en salsa verde como a una ración de jamón ibérico e incluso a un queso cremoso o un postre de chocolate negro. No es ninguna casualidad que restaurantes de máximo nivel y no necesariamente asiáticos, como Enigma, apuesten en sus propuestas de maridaje por este fragante fermentado de arroz conocido como la «seda líquida». Y ya sin más preámbulos suelto la noticia, porque es demasiado buena como para andar estirando esta introducción: el cocinero Tomeu Martí inaugura este martes el primer bar de Palma especializado en sakes de elaboración artesana. La oferta de Arume Sake Bar consistirá en una carta de diez marcas premium que se pondrán por copas -en medidas de 1 ó 2 decilitros- y servirán para realzar pequeñas raciones de su espléndida cocina españoriental. Aquí su escudero será Julen Falla, con cuatro años y medio de experiencia en la casa madre. Este tercer proyecto de Arume estará en la esquina de Avinguda Argentina con Catalunya, enfrente del bar Azabache, y abrirá a las seis y media de la tarde. Recordemos que Tomeu Martí también dirige, junto a Pau Socias, un bullicioso puesto de sushi y dim sum (empanadilla al vapor) en la pescadería del mercado de Santa Catalina.

Los tradicionales barriletes de sake.

Los tradicionales barriletes de sake.

Además de barra, el nuevo local de Tomeu Martí contará con mesas altas donde compartir bocados y explorar el misterioso y complejo mundo del sake en un ambiente distendido. Forradas de madera, las paredes sostendrán una vistosa colección de botellas especiales y coloridos barriles de sake que el parroquiano podrá adquirir para ir consumiendo a lo largo de varias visitas. Esta bebida aguanta hasta 25 días sin deteriorarse en un recipiente abierto, motivo por el que se ha apostado también por botellas de formato magnum. En el apartado sólido, no faltará un capítulo dedicado al dim sum, tentempié originario de Cantón, de entrada con estos tres rellenos: de kefta de cordero, de salmón thai y de pato y foie. También habrá varios clásicos del Arume, como los atadillos de gamba y erizo de mar en tempura o el roll de foie y membrillo. Otros tres platillos que podrán asociarse al sake: el ramen de panceta y curry japonés, la sopa de miso rojo y langostinos o el nem (rollito vietnamita) con relleno picante de gambas cremosas. Como asesores y proveedores, Arume Sake Bar contará con la empresa importadora de productos nipones Salvioni-Alomar y la distribuidora de vinos de autor SolodeVino. Únicamente se servirán marcas de primera categoría, siempre sin alcohol añadido (tipo Junmai y con graduación en torno al 15%) y con porcentajes altos de pulido del grano, otro factor de calidad decisivo. Habrá sakes no pasteurizados, añejos, sin filtrar o conservados en barrica, con precios que oscilarán entre 3 y 20 euros por copa. Una auténtica perdición para los devotos de este envolvente brebaje y de los antojos orientales.

Dewazakura Dewa Sansan.

El Dewazakura Dewa Sansan estará en la carta del Arume Sake Bar.

 

 

 

~ ENIGMA (+pervers)

Albert Adrià, en Enigma. Foto: Pepo Segura.

Albert Adrià, en Enigma. Foto: Pepo Segura.

Llevo media vida dentro de un restaurante. Más de una vez he entrado a la hora del vermut y al salir ya se veían las Pléyades en todo su esplendor, cosas de las tertulias de sobremesa con calaveras del oficio. En épocas de inspección, me ha tocado comer y cenar fuera de casa durante quince días seguidos, un suplicio para cualquier aparato digestivo. También estoy acostumbrado a experimentar y sufrir la eternidad en forma de menú-degustación largo y angosto. Pero nunca se me habían pasado tan deprisa cuatro horas moviendo el bigote como las que viví este rancio 20-N en el gélido laberinto de Albert Adrià: Enigma. Gélido en cuanto a interiorismo, porque las atenciones de Cristina Losada y Lorea Mendizabal fueron de lo más cálido. Y la experiencia, trepidante y, por momentos, hasta tripidante. El recorrido-secuencia por los seis espacios del recinto es un remedio seguro contra el tedio, pero el antídoto más potente está en la psicodelia que se vuelca en cocina. Es un viaje intenso y lleno de sacudidas -casi como ir en diligencia-, pero no se hace latoso. En total, un vertiginoso carrusel de 47 ingestas, entre sólidos, zumos, vinos (de uva o arroz) y minicócteles. Oliver Peña es el chef que ejecuta los delirios cabales de Albert Adrià y su loca banda de creativos culinarios.

Bogavante curado en grasa de buey.

Bogavante curado en grasa de buey, de Enigma.

Como en un buen wéstern, aquí no se andan con chiquitas, aquí se dispara a matar. Cada uno recibirá sus impactos. A mí me llegaron desde los aperitivos: una ráfaga de pistachos con yuzu y mandarina verde: vanguardia y temporada en cinco bocados superfragilísticos. Ya en La Barra del Mar, otras dos descargas letales: 1) bombón de médula de cangrejo real al vapor -que se sorbe entero, como un flan-, de sabor transparente e interminable, y 2) escalope de foie-gras de pato a la sal de anchoas (10 minutos de reloj de arena) con aceite de arbequina, un mar y montaña visceral. En La Planxa fui alcanzado entre las cejas por el chawanmushi (natillas) de erizo con ralladura de wasabi fresco del Montseny. Y en el Dinner fui literalmente acribillado, tantas fueron las sensaciones inéditas: el bogavante que quería ser chuleta, curado 24 horas en grasa de buey y soasado; la ensalada de ortiguilla al vapor con lechuga en crema y a la brasa; el salpicón de pomelo especiado a la oriental; el melocotón al vapor con estragón y almendra… Y sakes dúctiles, que se funden con cada bocado: el budismo en estado líquido. Fin de festín y fiestón en el bar 41º, donde se remata el trip con más y más subidones: binomio de gin y alga nori, trago de mezcal y almendra amarga… Nirvana. El enigma, lo incógnito, la vanguardia, por fortuna, siguen sin despejarse gracias a mentes sobreaceleradas como la de Albert Adrià.

Y en esta nueva escapada a mi amada Barcelona, los zagales de Pervers cumplieron con creces como teloneros de Enigma. La taberna poética de Sant Gervasi es el flamante proyecto de Albert Cambra, a quien conocí en Mallorca como cabecilla y cabeza pensante de la brigada de I+T (investigación y tradición) de Maca de Castro. En un acogedor ambiente de fonda, reparten bocados (mossos) de cocina perversa y literaria: gallleta dulce de almendra con hígado de bacalao y huevo hilado; terrina de manitas sobre coca salada de aceite; bravas Stendhal (el allioli es de ajo negro); botifarra Fahrenheit (flambeada al vermut) con hummus de seques (alubias blancas); cazuela de albóndigas y pulpitos; muslamen de pato con chutney de orejones… Fuera de carta, te puede tocar la Grossa en forma de guiso de rabo con uvas y boniato o de mollejas con parmentier cítrico y patata cerilla. Cocina de barra y tradición, vinos del país, atmósfera bohemia y agenda de eventos en torno a la lírica contemporánea. Este primer domingo de diciembre, vermut poético con el grupo Vers endins en formato acústico.

Botifarra Farenheit, de la taberna poética Pervers.

Botifarra Fahrenheit, de la taberna poética Pervers.