Posts Tagged ‘ Rubén Pol ’

~ DISFRUTAR Y PROTESTAR

Aceite de albahaca, aceite de tomate.

Burrata con aceites de tomate y albahaca.

Cada uno es muy libre y muy responsable de darse el margen de libertad que libremente decida. Puedes dedicarte a imitar al vecino (o a ti mismo), a jugar sobre seguro, a arellanarte en lo consabido, a comulgar con todo lo que es porque así es… Y eso tiene un nombre: conformismo. ¿En qué consistiría entonces el inconformismo? Tal vez en resistirse a aceptar que ya está todo descubierto e inventado. Se ha estirado hasta el infinito y más allá el chicle de la gastronomía en el ámbito mediático y muchos podrían pensar que el ingenio (lo nuevo) se ha agotado, pero no es así. Al menos en fogones, la pervivencia de la creatividad es un hecho probado y el restaurante Disfrutar, de Barcelona, es justamente uno de los lugares donde mejor puede comprobarse y demostrarse esa afirmación. Yo lo evidencié y disfruté la semana pasada –semana cuasitrágica a causa de la explosiva sentencia urdida por el Supremo- tras una interesante conversación con Eduard Xatruch, una de las tres mentes pensantes e imaginantes de este proyecto, junto a las de Oriol Castro y Mateu Casañas. Seis manos, tres cocos y 300 billones de sinapsis para un estilo único. Tuve la gran suerte -y he aquí una de las pruebas- de ver a Xatruch en pleno trance creativo y pude catar en exclusiva un bocado aún en construcción: una lámina quebradiza de obulato pintada con aceite de alga nori, semitrampantojo que sirve de base a una yema de erizo con touch de wasabi. El citado aceite es uno de los muchos que elaboran gracias al nuevo uso que le dan al conche, agitador mecánico para el conchado o refinado de la pasta de chocolate: una línea de investigación recién estrenada por el equipo de Disfrutar.

Tatin multiesférica de maíz y foie mi-cuit.

La efervescencia mental no se para: viajamos a las antípodas del asador visto como lugar de culto del producto per se. Por el contrario, aquí los ingredientes son transfigurados mediante un zarandeo creativo que, por delirante que resulte, nunca llega a desaborizarlos. Puede que ahí resida la esencia vanguardista y el inconfundible estilo de este afinado trío gastronómico. Por ejemplo, la multiesferificación de maíz de la tatin de foie sabe a rico maíz; la coca-pizza sin harina (hiperliviano hojaldre de obulato) te llena la boca de Italia… No son meros alardes de virtuosismo técnico. El ingente trabajo que acontece entre bastidores no es motivo de ostentación. Y pese a que haya mucha complejidad en términos culinarios, no hace falta entender nada: es posible (y mejor) entregarse y disfrutarlo. El nombre del restaurante ya es toda una declaración de principios: la técnica queda supeditada al sabor, al placer, a la sensación. ¿Cómo no disfrutar del panchino (o pan chino) relleno de caviar beluga, brioche conseguido a partir de una espuma frita y que se acompaña de una copa de vodka trufado? ¿O de los mórbidos sesos de gamba a la romana? ¿O del meloso apionabo negro (confitado en olla coreana Occo) que Rubén Pol hace concordar -en un binomio magistral- con el sake envejecido Biden 1999? ¿Y cómo no asombrarse de que el mejor gazpacho que has probado últimamente sea sólido, de que la mejor gilda se sirva en plato o de que el mejor ceviche sea de crema de pescado? Tres covers que se mantienen fieles al sabor de las versiones originales. Eduard Xatruch resume la filosofía de Disfrutar como «trabajo de verdad y cosas nuevas», lo que equivale a decir, según mi reinterpretación: mucha dedicación y merecidos descubrimientos. En dos palabras: integridad y genio (por partida triple).

Eduard Xatruch, tercio de Disfrutar.

 

~ REESCRIBIR EL VINO

Rubén Pol, sumiller de Disfrutar.

Rubén Pol, sumiller de Disfrutar.

Si hay algo que me enerva en la mesa, es que venga el sumiller con el vino que ya estoy deseando beberme y le dé al play: que si maloláctica, que si suelo arcilloso, que si zarzamora, que si tostados… Lo único que le ruego, en caso de maridaje, es que me explique en plan telegráfico por qué ha escogido -en relación al plato- ese particular vino y no otro. Sólo me interesa lo que pueda atañer al binomio vino/plato, pero no detalles enológicos ni una versión oral de la tediosa ficha organoléptica. Lo digo para dar a entender que el vino necesita con urgencia nuevas formas de contarse, tanto desde los restaurantes como desde las bodegas o -mea culpa- desde la prensa. En la bienvenida de Comuvicat 2019, primera edición de la conferencia catalana sobre comunicación del vino, que se ha desarrollado esta semana en Barcelona, Rafa Gimena, periodista y promotor del evento, alertaba sobre los abusos de ese lenguaje críptico, estratagema arrogante de los elegidos y barrera fatal entre vinateros y consumidores finales. Anna Casabona, sumiller del Celler de Capçanes, señaló que es más importante contar qué hay detrás de cada vino, es decir, qué proyecto, qué personas, qué filosofía… No puedo estar más de acuerdo. Es más, hace doce años estrené en la revista Terra de Vins una sección titulada ‘Historia de un vino’, que era algo así como una entrevista sin preguntas: cuatro citas textuales entresacadas de lo que me había contado un bodeguero sobre cuatro aspectos referidos a la creación de uno de sus vinos. En este sentido, la mallorquina Margalida Ripoll, directora del diario vinícola VadeVi.cat, subrayó que «los vinos siempre están vinculados a la persona que los hace». Otro mallorquín, el sumiller Rubén Pol, de Disfrutar, reivindicó un trato más adaptable y cercano con el cliente: «sin pompa». Todo con el objetivo de que el comensal deje de ver al sumiller como si fuera «el coco». Se estaba refiriendo a cuestiones tan vitales y humanas como la empatía y la humildad. Como bien explicó la periodista Meritxell Falgueras, no es cometido del sumiller generar estrés, sino al contrario, ni tampoco hacer que el cliente se sienta ignorante.

Ilustración de 'Desconfío de la gente que no bebe', de Bodega Ribas.

Etiqueta de ‘Desconfío de la gente que no bebe’, de Bodega Ribas.

En este estimulante encuentro en torno al vino -organizado por la consultoría de comunicación gastronómica Como Pomona– nos reunimos enólogos, sumilleres, bodegueros, editores, directores comerciales, expertos en mercadotecnia… y periodistas. Y por suerte, no se dejó de lado el sangrante proceso de precarización laboral que vive desde hace ya demasiados años el sector de la prensa. Ramon Francàs, crítico de vinos de La Vanguardia, se lamentó de la creciente dificultad para publicar en los medios convencionales, ya que «cada vez hay menos papel y más noticias». Reivindicó el rol del periodista, quien, por cierto, tiene pleno derecho a no redactar «lo que querría la bodega». Abundando en este asunto, Francàs apuntó que siete de cada diez noticias sobre empresas son generadas directamente por sus departamentos de comunicación. Por su parte, Anna Riera, de El Periódico, se quejó de que, en lo referente a la mayoría de bodegas, dichos departamentos se limiten a emitir meras notas de cata. Quien más quien menos estuvo de acuerdo en que, si lo que pretenden es llegar al público más joven, las bodegas deberían esforzarse un poco más en crear contenidos atractivos como estrategia de marketing (el dichoso storytelling). Se trata de «llegar al cliente a través de historias, relatos, emociones…», tal como apuntó Rubén Pol al referirse a su función como sumiller. En cuanto al profesional de los medios de comunicación, David Jobé, de RAC1 y enoturista.cat, apuntó que su cometido debe seguir siendo el de ofrecer «contenidos de calidad periodística», sin importarle lo más mínimo la viralidad y demás zarandajas cuantitativas. Acabo esta crónica con un ¡hurra! y un brindis. El ¡hurra!, para la periodista Natalia Costa, partidaria de trasladar la información vinícola de la sección de economía -por desgracia, su área habitual- a las páginas de cultura. Cambio de paradigma muy lógico para quienes no enfocamos la gastronomía desde un prisma comercial. Y el brindis, por (y con) Desconfío de la gente que no bebe 2017, tinto de Bodega Ribas (Consell, Mallorca). Este monovarietal de mantonegro representó a Balears en El dinar dels 16 vins, comida celebrada en el restaurante MonVínic para clausurar un simposio al que auguramos muchas añadas.

Logotipo de Comuvicat 2019.

Logotipo de la primera edición de Comuvicat.