~ EN LA MUERTE DE ‘TONTXU’
Los buenos gourmands y santos bebedores de Palma andamos con pena estos días por la muerte de Antón Rocha, dueño de la bodega Santurce. Un cáncer se lo llevó por delante el viernes pasado, pero no pudo con su bonhomía y su buen humor, que siguen coleando y recordaremos por mucho tiempo. Hasta el texto de la esquela tiene su guasa: «Queridos amigos y clientes: me he ido de este mundo del que he disfrutado junto con mi mujer Ana, mi hija Laura (…) así que adiós, podéis ir a verme en el Cristo de la Sangre el martes día 29 a las 19,30 horas». Y en la puerta del bodegón puede leerse este aviso: «Antontxu nos ha dejado. Tomaos un vino y recordadle con la misma alegría con que se despidió». Bromista nato, Tontxu cogió el relevo de su padre -pelotari vinculado al desaparecido Frontón Balear– en esta casa de comidas fundada en 1961, con mesa corrida y cocina gobernada por varias generaciones de mujeres. Nunca han faltado platos de cuchara y buenas cazuelas: alubias, carne guisada, callos con garbanzos, bonito con pisto, cangrejos de río en salsa… Tampoco pacharán. Tontxu ponía una ronda mientras garabateaba la cuenta (de la vieja) en su libreta y soltaba coñas a diestro y siniestro. Se le vio hasta hace poco txikiteando por el barrio y pude compartir algún chato con él este invierno. En la Santurce estuve comiendo por última vez hace casi tres años. Fui con la actriz Rosana Pastor, que había venido desde Valencia a despedirse de mi hermano, muy enfermo por aquel entonces. Comimos boquerones fritos, bonito en escabeche, bacalao al pil-pil y arroz con leche. Conversamos sobre la muerte -básica y misteriosa- y nos echamos unas risas con los recortes de prensa que decoraban la bodega: fotos tuneadas con bocadillos satíricos por Tontxu y Claudio Alegría, camarero y vocalista de los Stoned. Le comenté al jefe que ya llevaba tiempo sin acercarme por allí y me contestó con su voz cascada y grave: «Ya veo: te has quedado en los huesos». En fin, seguiremos alternando por esos barrios con bares corrientes y molientes. Porque, como dice Óscar Terol en Ponga un vasco en su vida, «no es muy amigo el vasco de lugares donde no abunde el bar y si por él fuera, tendrían bar con pintxos y raciones hasta los tanatorios». Agur, Tontxu.