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~ GASTROMANÍA (3): ‘Ibiza, la isla de los ricos’, de Joan Lluís Ferrer

Portada del ensayo sobre Ibiza.

Portada del ensayo sobre Ibiza.

Acabo esta serie de crónicas gastronómicas sobre las islas Pitiusas con una lectura recomendada: el ensayo periodístico Ibiza, la isla de los ricos, editado en 2015 por la editorial UOC. Su autor, Joan Lluís Ferrer, dedica uno de los capítulos a los restaurantes de alto standing, como Lío, Heart o Sublimotion, el más caro del mundo (la entrada a esta cena-espectáculo cuesta más de 1.500 euros). En menos de medio siglo, hemos pasado de la isla de los hippies a la de los billonarios con gorila: «Magnates, artistas y delincuentes de alto nivel que compiten por ver quién tiene el yate más descomunal, más caro y más recargado de riquezas». Aquí anoto algunos de los datos más chocantes que el periodista ibicenco deja caer a lo largo de estas 130 páginas de reportaje sobre la vida de desenfreno, despilfarro y ostentación que los ricachones viven durante sus fugaces visitas a Ibiza, isla-marca que apuesta cada vez más por el turismo de luxe:

1) En el club restaurant cabaret Lío se abonó una factura de 44.461 euros en una mesa de ocho comensales (a más de 5.500 por barba). Una nonada, teniendo en cuenta que en la carta de vinos hay referencias de 40.000 euros.

2) El cocinero Walter Martino, que trabaja en Ibiza como private chef, se embolsó 1.800.000 euros por un servicio: 800.000 por un bufé para 24 comensales y un kilo más por un plato diseñado por él mismo y del que se encaprichó su cliente, el príncipe de Dubai.

3) En un rent-a-car de lujo se alquila un Lamborghini Aventador por 30.000 euros al día.

4) La alcoba del hotel Ushuaïa denominada I’m on Top of the World Suite, de 166 metros cuadrados, cuesta 10.000 euros por noche (desayuno aparte). En el mismo establecimiento, el precio de una cama balinesa frente al escenario del pinchadiscos oscila entre 4.500 y 15.000 euros por día (aquí se incluye champán).

5) David Guetta cobra 160.000 pavos por pinchar una sola noche en Pachá.

6) Cuatro rusos se gastaron 200.000 euros durante una closing party del Ushuaïa. Consiguieron que les pusieran mesa y dos camareras exclusivas en plena pista de baile. Hicieron el viaje en jet privado y permanecieron sólo seis horas en la isla.

7) Llenar el depósito del Prince Abdulaziz, yate de este jeque árabe adicto a Ibiza, cuesta 600.000 euros. Son 147 metros de eslora (la longitud máxima de un campo de fútbol es de 120).

P. D. 1: Los precios reseñados son de 2015.

P. D. 2: Menos mal que aún quedan bares de tapas y bocatas como el Nou o Sa Carroca. Y en Formentera, el Verdera, más conocido por el apodo de los Currantes, con cañas a 1,60.

P. D. 3: EAT THE RICH!

~ IBIZA, LA LOCA (I)

Gazpacho con vegetales, de Pau Barba.

Sopa de tomate payés con aromáticas, de Pau Barba.

Por dos veces me he acercado este mes a Ibiza para husmear entre fogones de muy distinto pelaje, desde baretos populares, como Sa Carroca, hasta garitos para billonarios, como Sublimotion, estreno de Paco Roncero en el rutilante Hard Rock Hotel. Empezaré por lo que más me ha gustado, no vaya a ser que la palme antes de ponerme a contarlo. Tras tres temporadas y media, el cocinero catalán Pau Barba -formado con Fina Puigdevall y Xavier Pellicer- ha dejado el Lío, restaurante-cabaret de Pachá donde servía 300 ostras al día y 15 kilos de caviar en un verano. Gran noticia, porque de ahí ha saltado a Can Domo, retirado agroturismo con campo de petanca, y ha pasado de supervisar más de 500 cubiertos diarios a guisar para una humilde terraza con cuatro mesitas en medio del silencio. Va al mercado, compra a placer y cocina a su manera, sin agobios. La vida soñada por todo chef. Anota en pizarra sus más de diez sugerencias diarias: cigalitas sobre cremoso de apio y manzana; gambas con panceta y cebolla confitada, o pescado del día con salsa de olivas negras y yuzukosho (cidra y guindilla). Ambiente bucólico y nueve alcobas rústicas que desde hace diez años gobierna su esposa, la belga Alexandra Vermeiren: hogar, dulce hogar.

'Te llevamos al huerto', de Paco Roncero.

‘Te llevamos al huerto’, de Paco Roncero.

Y en el otro extremo, el del glamour más glamuroso, pude asistir en el Hard Rock Hotel a un pase para prensa de Sublimotion, el restaurante más caro del mundo, con un menú único de 1.650 euros. La mesa completa, para doce, se va a los 19.800 (con IVA y tragos que deberían apuntar más alto). No me entretendré mucho, ya que es una oferta para millonetis, típica del rollo fashion y exclusivo de la marca Ibiza. Sólo contar que se trata de una performance en que cada bocado se sirve con una ambientación diferente: la huerta, el mar, el aire, el infierno, París, Versalles, Nueva York… Para este último escenario, picnic en Central Park servido en bolsa de estraza con miniburger de panceta ibérica, tarro de crema de foie, latita de caviar y cerveza a morro. Mesa corrida, invitación al juego y efectos de imagen (enorme pantalla de 360 grados), luces y sonido, con camareros que escancian, declaman y hasta se arrancan a bailar. El espectáculo se impone y, si le quitas atrezzo, el margen comercial se ve a la legua. Por suerte, no se ha limitado a este capricho la aportación del gran Paco Roncero al Hard Rock Hotel, donde también ha estrenado sucursal de Estado Puro, ya presente en Madrid (por doble partida) y próximamente en Shangai. Tapeo fino, de calidad, servido sin mayores protocolos (también en la barra y en mesas altas), un concepto que llevó a José Carlos Capel a inventarse (en 2008) la palabra gastrobar. Hay desde ricos buñuelos de bacalao de toda la vida a ostras con pil-pil de limón, pasando por filipinos de chocolate blanco con foie y cardamomo… Y platos con más cuerpo, como su versión del ramen, sopa japonesa que prepara con fideos de arbequina, o los ñoquis líquidos de queso (esferificados) con pesto y sepionets. Dos señuelos más: su espléndida terraza frente a la bullanguera Platja d’en Bossa y sus cócteles de vanguardia.

~ NUEVAS PESQUISAS EN IBIZA (I)

Detalle del poblado de Balàfia, hoy privado y tomado por perros.

Detalle del poblado de Balàfia.

Vuelvo de Ibiza, isla con la que mantengo desde siempre una morbosa relación de amor-odio. Lo que más me tienta es su campo despoblado (sin música de fondo) y su arquitectura rural: los solitarios cubitos blancos plantados en tierra roja. Ibiza tiene mucho de ave fénix. Cada verano es un tedioso recomenzar, lo que dificulta mucho la labor del repórter tribulete, «que en todas partes se mete». Los locales cambian alegremente de manos y los cocineros brincan de aquí para allá, en caso de no abandonar la isla forever. Llevo explorando las Pitiusas desde el año 2003, cuando era inspector de la guía Gourmetour, y siempre he tenido que destrozar varios pares de zapatos para dar con media docena de restaurantes cabales. Las modas, como de costumbre, encumbran a este una temporadita mientras hunden a aquel, antes en la cresta de la ola. Es difícil que un restaurador consolide su equipo. Donde sigo comiendo más a gusto es en Sa Nansa, restaurante consagrado desde su apertura a la cocina ibicenca de mar. Aquí manda el buen producto local, tratado con el respeto que se merece. Un menú posible (e infalible): para picar, huevas de gallo de san Pedro (hervidas) con vinagreta, gamba roja grande a la plancha y calamar salteado; como remate, suculento arroz seco de espardenyes. Más económico: ensalada especial de la huerta y arroz a banda. Si eres tonto, solomillo a la mostaza. Desde hace siete años, Pedro Tur -siempre al pie del cañón- rinde tributo al bestiario marino en este local vecino de Pachá. Y su despensa vegetal se nutre, en buena parte, de su huerto de Sant Josep. Justo enfrente, Íñigo Rodríguez dirige desde 2004 los fogones de El Hotel (de Pachá) con oficio y talento. Pero su cocina creativa, en mi opinión, no luce lo suficiente. Este joven cocinero bermeano se merecería un comedor y una carta exclusivos para desplegar toda su creatividad sin tanta interferencia contable (ni nipona). Reseño varios de los platillos catados: niguiri de huevas de merluza con helado de wasabi; pulpo con espirales de patata, almendras y vinagreta de tomillo; vieiras con algas y espárragos trigueros. Menú de tres platos a 22 euros (con vaso vino) y degustación corto a 36 (vino aparte).  Más pistas para no pinchar, en la segunda entrega de estas pesquisas pitiusas.

~ COSAS DE IBIZA (y II)

'Espardenyes' a la brasa con panceta de Joselito y reducción de zanahoria, de El Hotel de Pachá.

'Espardenyes' a la brasa con panceta de Joselito y reducción de zanahoria, de El Hotel de Pachá.

El imponente islote de Es Vedrà ha sido, como iba diciendo, lo que más me ha gustado de la escapada gastronómica a Ibiza. Si tuviera que establecer un ranking relativo a lo mejor del viaje, quedaría así: 1) en primerísimo lugar, el poder alucinatorio de Es Vedrà contemplado desde la orilla de Cala d’Hort; 2) el ambiente local del bar-estanco Can Xicu, apacible cantina de Sant Miquel de Balansat; 3) las espardenyes a la brasa que comí en El Hotel (de Pachá) gracias a su chef, el bermeano Íñigo Rodríguez; 4) el mero asado con arroz de pisto que preparó José Miguel Bonet, de Es Ventall; 5) las habas de temporada que disfruté tanto en Can Curreu como en S’Ametller (aquí con su vaina); 6) la panceta asada con crema de almendra que pedí en Punto Gastro, un nuevo tapas bar de Santa Eulària des Riu; 7) lo bien que me entró la cerveza Isleña (con cebada ibicenca) mientras observaba el trajín y la fauna del Blue Marlin, chiringuito pijales de Cala Jondal, y 8) el silencio y los desayunos con aguacates de Can Planells, así como la hospitalidad de Joan, director de este agroturismo. Lo peor, con diferencia: no poder visitar en paz el maravilloso poblado de Balàfia porque sus propietarios (la manía de malvender un patrimonio que debería ser para todos) lo han llenado de perros agresivos y que andan sueltos. En este caso, estoy más de acuerdo que nunca con Proudhon: «La propiedad es un robo».

~ COSAS DE IBIZA (I)

El islote de Es Vedrà visto desde Cala d'Hort.

El islote de Es Vedrà visto desde Cala d'Hort.

Vuelvo de Ibiza, donde me he tirado un largo fin de semana tratando de comer bien, misión complicada. En Ibiza tienes de todo. Y todo, a un paso de todo. Si quieres fiesta delirante y psicotrópica, la tendrás a cinco minutos de donde estés; si quieres paz máxima, también la encontrarás de un voleo. La isla blanca que sedujo a Walter Benjamin y Emil Cioran puede zarandearte de aquí para allá y llevarte de la pesadilla fashion al éxtasis contemplativo en cuestión de segundos. Los bandazos son tremendos. En Ibiza puedes alquilar una cama balinesa con segurata en el chiringuitazo de moda, Blue Marlin (Cala Jondal), siempre que te sobren 10.000 euros, pero también puedes tomarte una ración de huevos fritos por 3,50 en Comidas San Juan, antigua fonda de la capital, o tomarte una copita de hierbas dulces en la paz de Can Xicu, cantina y estanco abierto hace casi un siglo junto a la iglesia fortificada de Sant Miquel de Balansat. Además, puedes cenar mientras te susurran canciones al oído en el Lío, restaurante-cabaret del Grupo Pachá, o casarte (no lo hagas) en la orilla de Cala Vadella con Moisés Machado, campeón de cocina de Baleares y wedding planner, en el papel de chef nupcial. Por no hablar de las suites temáticas para millonetis del hotel musical Ushuaïa, una especie de after camuflado que pertenece al emporio Matutes. Habitaciones insonorizadas con potentes equipos de sonido para exprimir la fiesta en petit comité. En agosto, la suite para tres adultos va a 2.250 euros. No se admiten niños y el secador de pelo es lo de menos. Lo mejor del viaje ha sido, como de costumbre, la potente belleza del islote de Es Vedrà un mediodía lluvioso y con olas.