Posts Tagged ‘ Nandu Jubany ’

~ VOLAR, COMER, VOLAR

Arroz costra con gamba roja de Palamós.

Hoy soy un pobre hombre (el de siempre) con ínfulas de superhéroe. Ayer volví a la ansiada normalidad y me subí a un avión -como quien se sube a un taxi- para hacer lo que aún no había hecho por haberme parecido absurdo toda la vida: coger un vuelo por la mañana para ir a comer a un restaurante y regresar ese mismo día a mi isla. La impulsiva y generosa invitación de un colega me ha devuelto al ruedo, al mundanal ruido, a la realidad alegre y cervecera que se vive desde hace tiempo en la Corte, sólo que yo volé a Barcelona y lo hice para comer guisantitos del huerto de un titán: Nandu Jubany. No fue fácil la odisea después de 16 meses sin pisar y casi sin columbrar una aeronave. Lógicamente, ya se me había olvidado la existencia del engorroso certificado de residencia insular y tuve que vivir cinco eternos minutos de estrés máximo porque la compañía aérea me exigía el dichoso papel para dejarme alzar el vuelo. En fin, que me pongo a pelear con el móvil hasta que tengo la ligera sensación de haber conseguido tramitar en línea el comprobante municipal (y todo eso sin calarme los lentes). El problema es que no logro abrir ni localizar el documento por ningún lado (esto pasa mucho) y al final he de acabar convenciendo a la azafata de tierra (o ella me perdona la vida, no sé). La situación no es nueva. La he vivido varias veces durante la pandemia: trámites que eventualmente sólo puedes hacer a través de internet (nadie coge el teléfono) y que nunca acabas de saber si has llegado a resolver con acierto. Al final, la duda te obliga a comparecer en la oficina correspondiente y, de cuerpo presente, te dicen que no hacía falta, que tranquilo, que ya estabas de alta, que todo okey. Pues sí, habías salido airoso como contribuyente internauta, sin saberlo, y ahora se te queda cara de tontito analógico. Salgo corriendo y llego -sobre la bocina y con la lengua por los suelos- a la puerta de embarque.

Guisantes, bacalao, botifarra y seta de San Jorge.

Aunque hubo más, no voy a seguir contando tropiezos de viajero torpe y desenfrenado (desentrenado, quería decir). Cuando el cochecito entra en la Plana de Vic, todas las angustias se disuelven y ya acaricio un destino que hasta hace pocos meses se hubiera visto muy remoto: la masía de Nandu Jubany y Anna Orte en Calldetenes. Nada más llegar, se me van los ojos tras de las guisanteras del huerto, con sus frágiles flores blancas, buena forma de estrenar, aunque sea tardíamente, esta lluviosa primavera pandémica. Tal como soñaba en ese instante, los guisantes aparecen al cabo de un rato en uno de los platos de El Gran Àpat de Can Jubany en compañía de sus flores y junto a callos de bacalao, botifarra negra y láminas crudas de moixernó (seta de san Jorge). Antes han desfilado los aperitivos, entre ellos una deliciosa tortilla líquida de bacalao, y otro entrante furiosamente primaveral: una vichysoisse de espárragos blancos de Tudela (en crema y al dente) que se combina con un prodigioso helado de mantequilla tostada. La calidad de la despensa, que aquí no falla, y la combinación de sabores son los dos aspectos que más valoro en cocina. Como no es nada pretencioso, Nandu Jubany evita extralimitarse en cuanto a riesgo: sus platos quedan siempre enmarcados por el seny de la tierra. Pone espardenyes con una deliciosa panceta de cerdo y crujientes tirabeques, monta su steak tartar trufado sobre un hueso de ternera cuyo tuétano sirve para ligarlo (cada uno ha de trabajárselo en el plato), y acuesta la gamba roja de Palamós (soasada) sobre una tortilla de arroz que nos remite tanto al socarrat como al velo que queda en los valencianos arroces con costra (cubiertos con huevo). Podría seguir desgranando platos, pero prefiero quedarme con esa sensación de gran casa que dan los contados restaurantes donde todo va a la par y sobre raíles: desde el entorno y la acogida hasta el interiorismo o el servicio de sumillería. ¡Ya no me imagino mejor forma de celebrar mi atropellada vuelta a la carretera!

Babá de brioche flambeado al ron con helado de nata, de Can Jubany.

~ VIOLENCIA Y BUENOS ALIMENTOS

Cartel contra la violencia desplegada contra el 1-O.

Cartel auspiciado por los cocineros catalanes.

Vuelvo de Barcelona con unos días libres por delante, pero no puedo evitar sentarme a picar letra para expresar lo vivido estos días tan duros y emocionantes. El escenario: calles y escuelas de una ciudad a la que quisieron humillar con el único lenguaje que conocen: la fuerza bruta. Creyeron que repartiendo leña y rompiendo dedos impedirían el referéndum, pero no fue así. A partir de cierta hora, la piara policial del general Rajoy dejó de cargar porque alguien debió avisarles de que estaban haciendo el ridículo más total ante el mundo entero: arrancando urnas y apaleando como en los peores tiempos de los grises. Los disturbios se produjeron sólo allí donde acudieron los antidisturbios, esbirros descerebrados de la Corte española. Realeza casposa que ayer hizo otro papelón con la arenga del monarca lerdo y mocoso, quien se autorrebajó a portavoz del Gobierno con su discurso simplón, sesgado y sin la más mínima apelación al diálogo. ¿Se puede ser más inepto en momentos tan delicados? Mi querida España tiene un serio problema con su Estado y quienes lo ocupan, desde el sumiso reyezuelo hasta el poli matón que sólo entiende el ‘¡a por ellos!’. Muchos cocineros de Catalunya secundaron ayer la huelga contra la violencia desmedida del comando Piolín y reclamaron diálogo, entre ellos Albert Adrià, Fina Puigdevall, Albert Raurich, Oriol Castro, Mateu Casañas, Eduard Xatruch, Carles Abellán, Carles Gaig, Nandu Jubany, Ada Parellada, Marc Gascons, Hideki Matsuhisa, Rafa Peña, Xavier Pellicer… Ante este elenco de chefs de primera, algún señor crítico gastronómico ya se ha llevado las manos a la cabeza y les ha acusado de estar «alineados con los delincuentes». Y haciendo gala de su supuesto poder como periodista e influencer, ha añadido en tono de amenaza: «Tomo nota». El tweet de un twit (bobo) que debe creerse sandiós, pero se queda en sandio (bobo). Albert Adrià y sus colegas de oficio deben estar temblando ante la advertencia de este plumilla apoltronado y fachendoso del ABC. Víctor Quintillà, del restaurante Lluerna, fue uno de los que le plantaron cara. Además, el equipo de producciones gastronómicas Grup GSR, organizador del congreso San Sebastian Gastronomika, y la web Gastronomistas, se sumaron a un paro masivo y sin incidentes. Los periodistas gastronómicos Pau Arenós y Cristina Jolonch también se manifestaron contra la «pesadilla» orquestada por las Fuerzas del Desorden.

Un rincón del comedor de Fermí Puig en Barcelona.

Un rincón del comedor de Fermí Puig en Barcelona.

Hubo muchas más adhesiones, como la de la pastelería Escribà. También secundó la huelga general de ayer Fermí Puig, otro de los grandes cocineros catalanes, en protesta por la intolerable e inútil razzia policial. Por suerte, tenía hecha la reserva para el lunes con un grupo de amigos mallorquines y vascos desplazados a Barcelona a fin de vivir la jornada de votación. Comimos, bebimos, conversamos, discutimos y cantamos a placer. Tras darlo todo en el Drolma, Fermí Puig abrió casa propia en 2013 con el objetivo de hacer su cocina más accesible y sacudirse la presión del estrellato Michelin y todo su entorno carca. Ahora tiene un menú de tres platos (de ración generosa) por 35 euros, con vino o cava a discreción. Los míos fueron unos pies de cerdo con ciruelas y piñones, unos calamares con garbanzos y una espuma de crema catalana. Piqué lo que pude de aquí y de allá: huevos mollet con crema de cangrejos y gambitas; cap i pota con samfaina; botifarra de Llerona con patatas, carrillera de ternera con jugo de anchoas… Todo con abundante sabor y sin vanidades de artistilla. Acabamos con una doble ronda de ratafías para brindar por el resultado de un referéndum que todo un Estado dictatorial fue incapaz de impedir. Estuvimos tan a gusto que nadie fotografió ningún plato. El día empezó con unas recias patatas bravas en el bar Tomás y acabó con la dulcería artesana de la pastelería Foix de Sarrià, que regentó el poeta J. V. Foix (1893-1987): No pas l’atzar ni tampoc la impostura / han fet del meu país la dolça terra / on visc i on pens morir. Ni el fust ni el ferre / no fan captiu a qui es dón’ l’aventura. No quiero acabar este artículo sin recordar que El Celler de Can Roca repartió alimentos entre los voluntarios del colegio electoral de su barrio, (Talaià, Girona), uno de los 400 que fue asaltado por los creadisturbios. El sumiller, Pitu Roca, transportó personalmente parte de las viandas. ¡Gracias por ese espléndido detalle!