~ MESAS MEGALÍTICAS (II)
Sigo en Ciutadella esta ruta por las mejores taules de una isla hecha de piedra y viento, Menorca. En el Pla de Sant Joan, donde en fiestas se celebran los juegos medievales, abre sus puertas el Café Balear, uno de esos establecimientos sin los cuales la vida cotidiana de un pueblo o de una ciudad no sería lo que es. Fundado en 1970, el Café Balear es una de las instituciones (la torpe metáfora al uso) de Ciutadella y uno de los grandes alicientes de la visita a Menorca. Sin duda, una de sus mejores taules marineras gracias al género que descarga a diario la César Pijuan -embarcación de la casa- y al buen oficio de Juan Aguilera. Aunque suene a sacrilegio, hay que decir que no hace falta irse a Fornells a gozar de la célebre caldereta de langosta. De hecho, ni siquiera hace falta tomar langosta: en el Café Balear puede disfrutarse tanto, o más, con un arroz caldoso de rape, cigala y gambas, o con un pescado a la menorquina, horneado con patata, tomate, pimiento verde, ajo, perejil y pan rallado. Como entrantes, nunca defraudan ni las escopinyes al natural, ni las gambas rojas a la plancha, ni el carpaccio de rape, receta que tienen en carta desde hace al menos doce años. No se complican la vida en cocina y así siempre dan bien de comer. Como dice mi tío, pescatero en el mercado donostiarra de La Bretxa, el mejor pescado es «el que menos tiempo lleva fuera del agua». Y lo único que hay que hacer con ese pescado es «quitarle el crudo». Si, como es preceptivo, se prefiere comer langosta en el puerto de Fornells, una de las plazas más seguras sigue siendo Es Cranc, un clásico al que no le van a la zaga Es Port, Sa Llagosta y Es Cranc Pelut. Y cierro con una última pista para comerse el mar: el popular Cap-Roig, en cala Sa Mesquida, a cinco kilómetros de Maó.