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~ GASTROMANÍA (14): ‘Manual de Robinsones’, de Douglas Stewart

Portada de Manual de Robinsones.

Mucho me temo que vienen años complicados, una larga temporada en que habrá que volver a lo esencial, a saber apañárselas con lo mínimo y suficiente… ¡y aprender a disfrutarlo! Aunque mi opinión pueda chirriarles a los idólatras del Progreso (económico, se entiende), prefiero este sorprendente silencio a ese ritmo machacón de avioncitos que -al menos en Mallorca- todos soportábamos y algunos celebraban como la cosa más natural del mundo. Agosto de 2019: récord histórico en el aeropuerto de la isla con 4,8 millones de pasajeros y 28.790 operaciones aéreas en sólo un mes. Las sensaciones de agobio y sobresaturación fueron palmarias. No quiero ni imaginarme qué hubiera pasado si la pandemia nos alcanza en ese preciso momento. A quien decida y tenga la suerte de poder aislarse en lo más hondo de lo salvaje, a salvo de la hoy desconcertada civilización, le será útil la lectura de Manual de Robinsones, tratado de supervivencia editado por Miraguano en 1983. Algunas reflexiones de la introducción se acoplan perfectamente a las imprevistas circunstancias que estamos viviendo: «En caso de una situación que te empuja a sobrevivir en condiciones difíciles, vas a sufrir problemas emocionales, miedo, desesperación y aburrimiento (…) Si uno logra familiarizarse con este nuevo tipo de vida que por casualidad nos ha atrapado en un momento, automáticamente dejará de sentirse un esclavo de los elementos (…) Estos periodos que al principio pueden parecer una confusión, e incluso un infortunio, pueden volverse gratos si vemos los encantos que puede entrañar la soledad». Etcétera, etcétera, claro que todo eso aplicado a la intemperie más silvestre y no a un pisito urbano con vistas al vecindario. En el manual de Douglas Stewart hay cuatro capítulos sobre la alimentación en condiciones extremas, contando el dedicado al fuego, con explicaciones sobre su obtención sin cerillas y sobre los sencillos ingenios que pueden armarse para cocinar con hogueras. Hay consejos acerca de cómo pelar, limpiar, conservar y guisar animales de todo tipo: salamandras, ratas, serpientes, buitres… En el apartado sobre alimentación vegetal, puedes encontrar desde información útil sobre helechos hasta sobre elaboración de harinas a partir de bellotas o cortezas de pino. En cuanto a los alimentos de origen animal, Manual de Robinsones te descubre métodos rudimentarios de pesca con lanzas, sedales o redes improvisadas, así como formas de construir trampas para la caza de aves y mamíferos con lazos, resortes o conos impregnados de resina. Puede que no sea mal momento para ir pensando en abandonar el gran teatro del mundo y aprender algo sobre la vida en los bosques.

~ ESCLAVOS DEL ‘BOOM’

Detalle de la portada de la 'Guía del Trabajador de Hostelería'.

Ilustración de Carlos Madrid para la portada de la ‘Guía del Trabajador de Hostelería’.

Una biblioteca de gastronomía puede dar para mucho. En sus anaqueles no tiene por qué haber únicamente recetarios, monografías sobre grandes chefs, tratados sobre técnicas culinarias o guías de restaurantes. En la mía, por ejemplo, cohabitan Alacranes en su tinta, novela cómiconegra de Juan Bas; el parenòstic o almanaque agrícola 2016; el estudio de Antoni Bonner sobre Plantes de les Balears, editado por Moll en 1977; una guía ilustrada sobre Animales de la orilla del mar, y un manual de Douglas Stewart sobre cómo sobrevivir en la naturaleza en condiciones adversas titulado Manual de Robinsones (Ediciones Miraguano, 1983). En la sección sobre Baleares se ha colado la Guía del trabajador de hostelería (Palma, 1974), una iniciativa del Departamento de Pastoral y Turismo de la Comisión Episcopal de Pastoral. Bartolomé Bennassar y Carmelo Bonnín firman la presentación, un alegato contra la explotación laboral. Entre los documentos recogidos, figura una carta al director publicada por Diario de Mallorca en 1972 y firmada por un grupo de trabajadores eventuales de hostelería. En su escrito denuncian, entre otras ilegalidades, retención de parte del salario y jornadas laborales de hasta dieciséis horas. «Muchos trabajamos sin que se nos asegure; vivimos en sótanos sucios y sin ventilación adecuada y dormimos amontonados», explican. Situación lamentable y que recuerda a la que padecen hoy en día muchos pasantes, practiqueros o becarios en restaurantes de campanillas. Un tema que ya empieza a dejar de ser tabú.

Otra ilustración de Carlos.

Otra de las viñetas de la guía.

La citada guía se hace eco del reportaje publicado por Huertas Clavería en la revista Triunfo (agosto de 1973) sobre condiciones laborales en los hoteles. Refiriéndose a Baleares, afirma que «el 99 por ciento de los hoteles pagan cuando quieren» y además retienen parte del salario para que el trabajador no cambie de empresa. En otras palabras, una forma de esclavismo. Por otra parte, hay diferencias abismales entre las remuneraciones de altos cargos (chef y maître) y la del currante raso, que depende de las propinas para subsistir dignamente. Estas, por cierto, se reparten arbitrariamente, según escalafón. Huelga decir que el salario percibido «no corresponde al trabajo que se realiza». Y ahí no queda la cosa: según el artículo, «puede decirse que no existe el contrato de trabajo escrito en hostelería». En cuanto a las condiciones de vida, es habitual el «chabolismo», que se concreta en pernoctar en sótanos o semisótanos con «ambientes húmedos, ruidosos y faltos de ventilación». Chamizos con «aseos sucios y poquísimas duchas», que además se inundan en invierno. En cuanto a la comida del personal, resulta «insuficiente» e incluye alimentos «en mal estado». Es normal que se despida a un trabajador por solicitar el descanso semanal al que tiene derecho y también que pierda ese día libre si un compañero enferma. Etcétera, etcétera. Así es cómo ha hecho fortuna, desde los inicios del boom turístico, la casta hotelera. Hoy por hoy, continúa la explotación laboral más ruin, como hemos visto recientemente en las protestas de las camareras de pisos, el eslabón más ínfimo, invisible y desprotegido del sector turístico. Y Cáritas ha alertado sobre una nueva clase de «trabajadores sin techo» en lugares con inflación descontrolada en los precios de la vivienda, caso de Ibiza y Formentera, donde duermen en coches o balcones alquilados. En un año tan boyante como este, no está de más recordar lo que ya apuntaba Bartolomé Bennassar en un artículo de 1973: «Es el trabajador el que sostiene el peso de la riqueza ajena».