Posts Tagged ‘ David Rabasa ’

~ REENCUENTRO CON VALÈNCIA (I)

La ventresca ahumada con agujas, de Nazario Cano.

Si me gusta viajar, es ante todo para poder regresar: prefiero reincidir, ahondar, a descubrir por descubrir. De ahí que vuelva a escoger año tras año como destinos -para paliar esa extraña nostalgia de los lugares- ciertas ciudades populosas e inagotables, entre las que se cuenta València. Aunque una aldehuela o una barriada también puedan resultar infinitas, aquí me declaro urbanita y asfáltico. También debo admitir que ya no me gusta alejarme demasiado, sino dar prioridad al entorno, sobre todo en términos de indagación gastronómica. La urbe me atrapa como laberinto, como espacio para deambular vagamente orientado. Si me pierdo del todo, abordo a algún paisano para que intente reconducir mis pasos. Este lunes me sentí realmente perdido al no dar con El Cárabo, una de mis queridas librerías de lance. Después de vacilar y recular, no tardé en confirmar mis sospechas: cerrada por traspaso y reconvertida en bar insulso. Gracias a Zeus, ha sido el único disgusto del viaje. En el otro extremo, el positivo, el relanzamiento a lo grande del congreso Gastrónoma gracias al impulso institucional y al empuje de Cuchita Lluch, de la Real Academia de Gastronomía, y de Maje Martínez, directora de contenidos. Densa y trepidante programación de ponencias, catas y talleres, con varios escenarios simultáneos y en la que destacó -al menos en mi agenda particular- la comida ofrecida por Nazario Cano (El Rodat) y Rubén Escudero, del Manko, restaurante parisino de Gastón Acurio. El cocinero afincado en Xàbia elaboró, entre otros platos, una navaja con horchata salada de maíz, una ventresca de atún ahumada al regaliz (con agujas) y acompañada de su civet a modo de salsa, y como postre, su genial hojaldre de berenjena con limón. Por su parte, Escudero sorprendió con un ceviche caliente de alas de pato con desmigado de buey de mar y tuétano.

Ricard Camarena, durante su ponencia en el congreso Gastrónoma. Fotos: Alberto Saiz

Otro cocinero enamorado de Xàbia y que dejó un espléndido sabor de boca a su paso por Gastrónoma fue Borja Susilla, del restaurante Tula. Ofició como coprotagonista del menú ofrecido por jóvenes chefs alicantinos, junto a Nanín Pérez (Mauro), Kiko Lázaro (Belvedere) y Jorge Moreno (Voraz). Susilla elaboró un plato meloso y suculento a base de alcachofa y caballa, así como el postre final, una sutil combinación de chirivía, piñón, mantequilla negra y cítricos. La provincia de Alicante sigue dando mucho que hablar y se mantiene por derecho propio en lo más alto del candelero gastronómico. Fuera del recinto ferial, acudí a dos cenas de prensa: en Ricard Camarena y en La Salita, de Begoña Rodrigo. Del primero, destacar su inconfundible e influyente estilo de vanguardia inspirada en casa: tomate, apio bola, alcachofa, oliva, anguila, gamba roja, higuera, calabaza, arroz, mandarina… La despensa valenciana transfigurada por su genio cítrico, con picos de sabor como la berenjena glaseada con mostaza y sándwich de cartílago de vaca, o el postre picante de mango, curry, hierbas y semillas. Sólo eché en falta una mayor participación de David Rabasa, sumiller insustituible que esa noche estuvo -por así decirlo- en el banquillo. Y en casa de Begoña Rodrigo se vieron tanto técnicas interesantes, caso del rape curado en arroz, como platos redondos, entre ellos el ajoblanco (en crema y helado) con caballa y puré de berenjena a la llama; el salmonete con carbonara de sus higadillos y tirabeques, o el falso risotto de all-i-pebre con apio bola a la sal e hinojo encurtido, algo falto de cremosidad pero profundamente sabroso. Auténtica galeria de personajes, a cual más salado, en la brigada de servicio que comanda Sergio Rodrigo, hermano de esta chef con nervio, temple y agallas.

Salmonete con carbonara de sus higadillos, de La Salita.

 

~ GASTRÓNOMO EN SERIE

Najat Kaanache, del restaurante marroquí Nur.

Najat Kaanache, del restaurante marroquí Nur.

A razón de 25 horas diarias viví la gastronomía en la capital de Españiquistán con motivo de la visita cuasianual a Madrid Fusión, tanto dentro como fuera del Palacio de Congresos. Dentro: la cocinera vasco-marroquí Najat Kaanache (Nur, Fez) despliega todo el colorido de la despensa magrebí y enseña a elaborar la masa para la deliciosa pastela o b’stilla de su país. Fuera: en el ambigú del Teatro Pavón, Mariano Llorente interpreta Una humilde propuesta, monólogo en que Jonathan Swift aboga por transformar los retoños de las indigentes en asado de lechal de bebé a fin de acabar con pobres, inmigrantes y morosos. Dentro: Ricard Camarena vuelve a dar otra lección de cocina inteligente y valenciana, con platos a base de alcachofa y anguila o de calabaza, mandarina y almendra, mientras el sumiller David Rabasa (insustituible) propone vinos que no son sólo para-limpiar-la-boca. Fuera: también caza niños -estilo partida de caza- el gélido psicokiller que protagoniza The House That Jack Built, película en que el implacable Lars von Trier reflexiona sobre las paranoias narcisistas de un asesino en serie con ínfulas de artista (o viceversa). Más cruda que un steak tartar. Dentro: saludo a Dani Mora, de Sa Pedrera des Pujol, uno de los cocineros menorquines que no se permiten faltar a esta cita madrileña. Fuera: un año más me pongo tibio de antojitos y tequilas en la humilde taquería Mi Ciudad: de pollo al mole poblano, de chile ancho, de carnitas, al pastor…

Sesos de gamba rebozados con caviar, de Disfrutar.

Sesos de gamba y caviar, de Disfrutar. Fotos: I. Permuy.

Dentro: Eduard Xatruch y Oriol Castro, de Disfrutar, se marcan unos apetitosos sesos de mar: el interior de la cabeza de una gamba, rebozado y frito. Fuera: me tomo unos tintos de frasca en la taberna de Sagasta 2, uno de mis lugares favoritos de Madrid. Dentro: comparto manteles con el cocinero Raúl Resino, viejo amigo de Mallorca, en la comida ofrecida por el cántabro Eduardo Quintana, de La Bicicleta, asistido por David Pérez, de El Ronquillo: ensalada de chicharro marinado y cardo; vieira con perlas de su coral y emulsión de ramallo; caricos (alubia roja) con jabalí, y postre en torno al polen. Fuera: estreno en el barrio de Malasaña el ciclo de microteatro Por mis fogones: en la primera sesión de El asesino gourmet, un condenado a muerte salva el pellejo in extremis gracias a su fino paladar, y en Torrijas de cerdo, dos amigas comparan la vida con esa amable y dulce fritura de aprovechamiento. Dentro: asisto a un taller de maridaje de lo más sabroso y castellano: manjares ovinos de las queserías Campoveja y Granja Cantragrullas, combinados con vinos escogidos por la Asociación de Sumilleres de Valladolid. Fuera: como muy bien en el restaurante Desencaja, de Iván Sáez, quien trabajó con Fernando P. Arellano en los inicios del Zaranda madrileta: arroz meloso de morillas, solomillo de vaca con membrillo, chirivía y trompetas, liebre a la royal con trufa… Dentro: paladeo el elegante Corimbo I 2013 (y reincido) en el estand de Bodegas Roda y Grandes Pagos de Olivar. Fuera: doy un garbeo por el mercado de Chamartín y vuelve a entrarme el apetito. Y así tres días.

Liebre a la royal con trufa, de Desencaja.

Liebre a la royal con trufa, de Desencaja.

~ EL GENIO CÍTRICO DE CAMARENA

Marinado exprés de mero con mandarina y perejil.

Marinado exprés de mero con mandarina y perejil.

Se ha abusado hasta decir basta del titulillo de ‘cocina de autor’, pero lo cierto es que escasean los creadores -también en fogones- y lo que más abunda es la impostura, la copia más o menos apañá. Si he afirmado mil veces que un plato no alcanzará nunca la categoría artística de un preludio de Debussy o un relato de Chéjov, también debo admitir que hay quien se expresa y provoca emociones cocinando. Son los menos. Son los que te cuentan algo nuevo y despejan el camino de maleza y tediosas reiteraciones. Entre ellos, el valenciano Ricard Camarena. No soy nada mitómano con los chefs, ni la admiración me alcanza para peregrinajes (tampoco el bolsillo), pero por una vez recomendaría un viaje con destino a su restaurante de Russafa. Lo que más me gusta de su estilo es que está en las antípodas de la absurda cocina de pase o puzzle cuisine (el término es mío), en que todo se reduce a emplatar elementos que nunca han sido conjuntados. Por el contrario, los platos de Camarena funcionan a modo de guiso o potaje (o paella) y están pensados para que sus ingredientes se mezclen en el plato y lleguen juntos y revueltos a la boca. Hablamos, por tanto, de una cocina voluptuosa, sensual, con cuerpo y sabor. A su comedor se viene a lactar, esto es, a mascar y sorber con fruición. Y digo lo de sorber por el protagonismo que concede a los caldos y que él elabora de forma totalmente nueva: sin apenas añadir agua y mediante cocciones fulgurantes. Lo opuesto al método convencional de cocción por expansión en marmitas que humean y humean hasta la eternidad.

Cigalas con sisho, calabacín y pesto de hierbas.

Cigalas con calabacín, fruta de la pasión y albahaca.

No hay platos de perfil seriote (y mucho menos místico) en la cocina de Camarena, quien recibe personalmente el producto, lo preelabora, lo cocina y lo emplata, junto con un pequeño equipo. «Aquí se guisa -podría rezar el cartel de la puerta-, no se regenera». Donde otros consiguen que un salmonete no sepa a nada -a fuerza de vacío-, él crea una cocina estimulante, directa, alegre, llena de matices, con genio. Sutil a la vez que suculenta. Logra armonías sin escatimar ni en ingredientes ni en condimentos. Sus soberbias cigalas, por ejemplo, que asa unilateralmente y escolta con sisho y calabacín a la plancha. Para hacer la salsa, tritura las cabezas del crustáceo y elabora un consomé que condimenta con fruta de la pasión, engorda con el coral y emulsiona con un pesto de albahaca y lima. El chef construye y modula sobre el sabor primitivo, mediante cocciones rápidas y haciendo que el producto principal se potencie a sí mismo.

Cerezas rellanas de almendra, yogur y eucalipto.

Cerezas rellenas de almendra con yogur y eucalipto.

Citaré otros platos que probé el 26 de junio, sin entrar en detalles técnicos. La técnica, por suerte, no se deja ver en la mesa, no se nota. El chef no alardea de virtuosismo, como los tontos, y deja paso al placer. De hecho, cuando sirve personalmente un plato, se limita a cantar sus ingredientes: «Breva, vainilla, vinagre y vino fondillón: esto es lo que lleva». Este postre cerró el festín, que se abrió con un aperitivo en dos tiempos: brioche de anguila ahumada con cacau del collaret (cacahuete autóctono) más infusión fría de calamar y pepino con pimienta malagueta. Siguieron unas sorprendentes cintas de cebolla mantecadas en crema de anchoa con café, picatostes y ajo negro. Y más: marinado exprés de mero de arpón con mandarina y perejil. Otro: carnosa ostra valenciana con aguacate, sésamo garrapiñado y horchata de galanga, acompañada de un gewurztraminer 2006 de la bodega alsaciana Josmeyer, golpe maestro del gran sumiller David Rabasa. No puedo parar: refrescante ensalada de espárragos navarros (cocidos y asados al dente) con ñoquis de caviar de salmón, jugo de coco y lima kaffir; judías bobby (de Alginet) con morro de bacalao, cebolletas y jugo de tomates asados; cocochas de merluza estofadas en jugo de hierbas de playa (mertensia, acedera, verdolaga marina) con piñones; excitante lomo de caballa con berenjena, limón y pimienta negra; bonito del Mediterráneo en dos asaltos: en tartar con su jugo y cubierto de su piel, y en arroz meloso a la brasa con mahonesa de lima. Y otra combinación magistral (dulce, ácido y balsámico) en uno de los postres: cerezas rellenas de almendra con yogur, eucalipto y almendras tiernas, nueva demostración de que Ricard Camarena no practica una cocina de estación, sino que se ciñe a la semana, por no decir al día.