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~ OPERACIÓN SAYO (II)

Álvaro Salazar, chef del PARR, y una corvina.

Álvaro Salazar, chef del PARR, y una corvina.

Después de hablar sobre las sobrassadèliques de Cesc Reina y la cocina del Jumeirah, rescato otro par de recuerdos de estos últimos días de incesante gincana gastronómica por toda la isla:

3) Recuerdo perfectamente, entre la vorágine de platos y vinos, la cena en la terraza del PARR, nuevo restaurante de Cala Rajada. Por ahora, uno de los mejores estrenos del año. En fogones se afana el andaluz Álvaro Salazar y atiende el comedor su socio y cordial anfitrión bilbaíno Roberto Mosquera. Les sigo desde su estancia, hace tres veranos, en el hotel Formentor. Hacen lo que les gusta y le ponen precios solidarios. El Mediterráneo salpica y casi empapa la carta: coca de sardinas a la brasa con pipirrana y melón; salmorejo ecológico con jamón ibérico y yema de codorniz; berenjenas con espuma de miel; suculenta caldereta de cabracho con tostas de su higadillo y vieira. Varios entrantes pueden pedirse en media ración (entre 4 y 6 euros) y los pescados oscilan entre 15 y 19. El menú de cuatro platos, a 35.

Postre de queso aportado por Peixos de la Terra.

Postres de queso aportados por Peixos de la Terra.

4) Otro hit de lo que llevamos de verano: el picniquette celebrado a la hora previoleta en un bancal de tomates de Banyalbufar. Fue el primer banquete efímero, pero habrá más, siempre en lugares diferentes y con invitados nuevos. Lina Nadal, de Picnic, y la fotógrafa Iaia Cocoi están detrás (y delante) de la iniciativa. Participaron en este estreno los cocineros de Claxon, restaurante en construcción, y del catering Peixos de la Terra, además de la cooperativa Malvasia de Banyalbufar; Mister Eco, distribuidora de alimentos ecológicos a domicilio; Tomàtiga de Ramellet, proyecto de recuperación de esta especie, y 2nd Chance, taller creativo y de diseño con material reciclado. Todo un lujazo mediterráneo, esta merendola con kebabs de pollo a la parrilla y puesta de sol con rayo verde.

~ AQUÍ HAY TOMATE (y II)

Ristras de globos rojos, a modo de ‘enfilalls de tomàtigues de ramellet’, adornaron la fiesta Eres Negre en Banyalbufar.

Por aquí íbamos contando que la Associació de Varietats Locals, en el papel de David, ha logrado registrar la tomàtiga de ramellet a fin de que no se la apropien empresas que, como Agroilla, inundan de híbridos el mercado. Transcurridos más de tres meses desde la publicación en el BOE, su falso tomate se sigue vendiendo en supermercados y grandes superficies como Mercadona, Erosky, Carrefour y Alcampo bajo el nombre de «ramillete». El consumidor tiene todo el derecho y toda la obligación de denunciar este fraude: la apropiación indebida de un nombre aplicado a un tomate que poco tiene que ver con la variedad original. En un comunicado público, Varietats Locals señala que la empresa en cuestión (sin citarla) trató de embaucar a la Conselleria de Agricultura para promocionar la tomàtiga de ramellet mediante un distintivo de calidad de Indicación Geográfica Protegida. Pero dicha propuesta, reza la nota de prensa, «estaba envenenada, ya que provenía de una importante empresa de hortalizas y frutas que produce un tomate de colgar de apariencia externa similar a la tomàtiga de ramellet, pero que en realidad es un híbrido desarrollado por las empresas Hortsee Mediterrani y Fitó». Un tomate manipulado que «no tiene ni la capacidad de conservación, ni el olor ni el sabor de la variedad tradicional». ¡Que se inventen otro nombre para su tomate (RAM2 o algo así) y dejen de engañarnos! El ubicuo tomato de Agroilla también se coló en la fiesta gastromusical Eres Negre, encomiable iniciativa celebrada el 21 de julio en Banyalbufar para celebrar nuestra variedad de tomate más querida. Hubo ricas tapas a base de tomàtiga de ramellet, acompañadas de malvasía local, buen ambiente y buena música. En sucesivas ediciones, sería deseable que se aprovechara la ocasión para reivindicar la variedad genuina -con su infinidad de variantes-, sobre todo teniendo en cuenta que este municipio fue próspero en los años 30 y 40 del siglo XX gracias a su deliciosa tomàtiga de ramellet, exportada a Barcelona hasta el levantamiento fascista de 1936. Con nuestros alimentos, no se juega.