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~ GASTROMANÍA (5): Catàleg de Varietats Locals

Portada del catálogo.

Portada del catálogo.

La labor que, sin apenas medios, está realizando la Associació de Varietats Locals merece el apoyo explícito y real de todos los sectores gastronómicos. Su proyecto más importante es la multiplicación y dispersión de semillas de variedades locales, es decir, aquellas que han sido seleccionadas por los payeses y han ido pasando de mano en mano y de generación en generación. La desaparición de estas variedades (y sus correspondientes subtipos varietales) supondría dejar morir toda una cultura agrícola de carácter oral, ya que una variedad no es sólo un arbolito o una ringla de plantones, sino también, y ante todo, un cultivo. Y las particularidades que requiere cada manejo tradicional de cultivo forman parte de la memoria biocultural, de un patrimonio inmaterial que merece el mismo respeto y protección que una catedral o un castillo. Ante el abandono del campo, la homogeneización del sabor que impone la industria y la concentración empresarial de gigantes tan peligrosos como Bayer y Monsanto (fusión letal), sigue siendo urgente reivindicar la soberanía alimentaria y la agrobiodiversidad. El riesgo de extinción no afecta sólo a especies animales. En la última edición del Catáleg AVL (Associació de Varietats Locals) se recogen 53 variedades mallorquinas de hortaliza y legumbre cuyas semillas están disponibles al público (hay veinte puntos de venta). Entre otras novedades, figuran la cebolla roja de Andratx, la lechuga de tres ulls (de tres yemas), el melón groc (amarillo) y la sandía blanca. Para hacerse una idea de esa agrobiodiversidad, bastará recordar que en Mallorca hay 40 variedades de algarrobo, 39 de viña, 33 de cerezo o 56 de almendro. Es lamentable e incomprensible que la Oficina Española de Patentes y Marcas permita que variedades locales se registren como marcas comerciales, caso del tap de cortí y de la tomatiga de ramellet, apropiación que en este último caso se suma además a una práctica de biopiratería, ya que el producto comercializado es de una variedad híbrida. Cuando las cosas se hacen tan mal desde arriba y las legislaciones nacionales convierten en papel mojado los tratados internacionales sobre derechos del campesinado, se hace imprescindible el contrapoder de pequeñas entidades como la Associació de Varietats Locals, que Aina Socies dirige con garra y entusiasmo. Ante los intentos de uniformizar y burocratizar la naturaleza, ¡que rulen sin tregua las semillas!

~ AQUÍ HAY TOMATE (y II)

Ristras de globos rojos, a modo de ‘enfilalls de tomàtigues de ramellet’, adornaron la fiesta Eres Negre en Banyalbufar.

Por aquí íbamos contando que la Associació de Varietats Locals, en el papel de David, ha logrado registrar la tomàtiga de ramellet a fin de que no se la apropien empresas que, como Agroilla, inundan de híbridos el mercado. Transcurridos más de tres meses desde la publicación en el BOE, su falso tomate se sigue vendiendo en supermercados y grandes superficies como Mercadona, Erosky, Carrefour y Alcampo bajo el nombre de «ramillete». El consumidor tiene todo el derecho y toda la obligación de denunciar este fraude: la apropiación indebida de un nombre aplicado a un tomate que poco tiene que ver con la variedad original. En un comunicado público, Varietats Locals señala que la empresa en cuestión (sin citarla) trató de embaucar a la Conselleria de Agricultura para promocionar la tomàtiga de ramellet mediante un distintivo de calidad de Indicación Geográfica Protegida. Pero dicha propuesta, reza la nota de prensa, «estaba envenenada, ya que provenía de una importante empresa de hortalizas y frutas que produce un tomate de colgar de apariencia externa similar a la tomàtiga de ramellet, pero que en realidad es un híbrido desarrollado por las empresas Hortsee Mediterrani y Fitó». Un tomate manipulado que «no tiene ni la capacidad de conservación, ni el olor ni el sabor de la variedad tradicional». ¡Que se inventen otro nombre para su tomate (RAM2 o algo así) y dejen de engañarnos! El ubicuo tomato de Agroilla también se coló en la fiesta gastromusical Eres Negre, encomiable iniciativa celebrada el 21 de julio en Banyalbufar para celebrar nuestra variedad de tomate más querida. Hubo ricas tapas a base de tomàtiga de ramellet, acompañadas de malvasía local, buen ambiente y buena música. En sucesivas ediciones, sería deseable que se aprovechara la ocasión para reivindicar la variedad genuina -con su infinidad de variantes-, sobre todo teniendo en cuenta que este municipio fue próspero en los años 30 y 40 del siglo XX gracias a su deliciosa tomàtiga de ramellet, exportada a Barcelona hasta el levantamiento fascista de 1936. Con nuestros alimentos, no se juega.

~ AQUÍ HAY TOMATE (I)

Ristras de tomates ‘de ramellet’ colgadas en Ca’s Batle Negre (Banyalbufar).

Agosto es el típico mes de las serpientes de verano, noticias triviales que los periodistas inflan o se sacan directamente de la manga para rellenar estos días de holganza colectiva. La bendita chapuza del ecce homo de Borja es un buen ejemplo. Pero también en verano saltan noticias serias y hasta magníficas. Una de las mejores de este año ha sido que el tradicional tomate de ramellet se haya admitido en el registro de variedades comerciales con la mención de «variedad de conservación», todo gracias a la labor de la Associació de Varietats Locals. Con este reconocimiento se evita que los malditos híbridos se apropien del nombre y nos sigan dando gato por liebre con sus insulsos tomatitos en serie, perfectamente esféricos, primorosamente tersos, uniformemente rojos y ridículamente insípidos. Nuestra querida, sabrosa e imperfecta tomatiga de ramellet, que tanto nos alegra el invierno, no se merece que cuatro negociantes la suplanten a base de engendros acuosos y que se pudren a las tres semanas. De hecho, la variedad tradicional, que aguanta nueve meses, no empezó a comercializarse en serio hasta hace 20 años. Antes sólo llegaban a los mercados los excedentes que no alcanzaba a consumir cada payés. De una estructura de producción de tipo tradicional y familiar, basada en un cultivo de secano al aire libre y con fines de mero autoconsumo, se pasó recientemente a un cultivo intensivo destinado a abastecer la creciente demanda e incluso a exportar (el tomate es la hortaliza más solicitada del mundo). Todo para conseguir beneficios rápidos y a costa de desvirtuar las cualidades del producto y perder calidad. En el caso del tomate de ramellet, las semilas siempre se han intercambiado de mano en mano, sobre todo entre payesas o de madre a hija. Un caso de activismo inconsciente, femenino y natural.