Archive for the ‘ Bodegas ’ Category

~ ‘VINYAFERITS’* (III): Tomeu Llabrés, de Ca’n Verdura

Tomeu Llabrés, de Ca’n Verdura. Fotos: Miquel Julià

La infancia tiene el santo don de la ignorancia: con una inmediatez despreocupada, liviana, el niño aprende sin ser consciente de lo que va asimilando. Crecer y jugar entre viñas, por esos amenos mundos foravilers de Binissalem, fue el privilegio cotidiano de Tomeu Llabrés. Osmosis vegetal sobre un mar de call vermell. Nunca sabremos (ni él mismo lo sabe) todo lo que pudo captar sin percatarse aquel pimpollo, pero ese fue el hábitat y la verdadera escuela de su niñez. Y este fue el dilema que, ya adolescente, le planteó su padre: o estudiar o a limpiar pocilgas. Tomeu, que no era tonto, negoció a tiempo y logró trocar los corrales porcinos por las tierras cultivadas y sin cercas. Así fue cómo, a los 14 años, empezó a sembrar viñas y a hablar íntimamente con las plantas, por entonces ya viejas conocidas del aprendiz de hombre. Más adelante, redescubriría a fondo el mundo botánico al estudiar para ingeniero agrónomo y darle una estructura académica a la experiencia de seis generaciones de viñadores. De una infancia entre viñas (fora des sembrat!) a una primera madurez entre vides y vinos de cosecha propia, un suspiro. Un mero soplo, del juego risueño entre terrones al insomnio en noches de vendimia, cuando te lo juegas todo a un mes e incluso a un solo día:  «No duermo y me levanto llorando», confiesa este vitivinicultor que tiene claro como pocos (the happy few) cuál es su lugar exacto en el mundo. Pero, especialmente en tiempos de caos climático, no son todo pámpanos dorados.

Las manos del padre, Toni Verdura.

La secuela feliz de esa infancia enraizada y de los posteriores estudios (también Enología en la Rovira i Virgili) es hoy una serie de monovarietales autóctonos (moll, giró ros, mantonegro, escursac…) cuya piedra angular es la mejor materia prima de Es Raiguer. Contar como punto de partida con la mejor uva de la comarca y no querer desfigurar (corregir) los vinos resultantes son dos señas de identidad del celler Ca’n Verdura. En cocina, pasa lo mismo: si desvirtúas los alimentos, la consecuencia puede ser tan efectista como mediocre. Aquí no interesa ni lo correcto ni lo homogéneo. Según Tomeu Verdura, un buen vino sólo puede surgir «estudiando bien la tierra» para crear un suelo vivo. La añada no dura dos meses, sino doce. Pese a todos los desvelos, proclama que es vinatero porque se lo pasa bien y afirma que «detrás de cada vino hay un porqué». En su caso, la causa general es la preservación de un legado familiar, que es también cultural. A la hora de podar, los ojos y las manos de su padre reiteran los gestos precisos de sus antepasados. Y volver a la tierra, al territorio magnético de la infancia, es el argumento vital de Tomeu. De ese retorno -orgánico y dichoso- nacen vinos parcelarios, ya que cada microfundio recibe un tratamiento específico: «viticultura en miniatura». Renacen también «vinos olvidados», como los monovarietales de escursac o de moll sobre pieles, y vinos con mucha vida por delante, caso del Ca’n Xicatlà 2019, blanco con crianza elaborado a partir de viñas viejas de mantonegro cabellis, variedad que da en la misma cepa uvas de distintas coloraciones. También crecen en botella Ca ses Rosetes, dorado giró ros con deje ahumado, y Son Agulló, puro mantonegro autárquico (de 60 años) y que viene a demostrar, definitivamente, que no necesitamos recurrir a uvas presuntamente mejorantes y de sangre azul. A olfato de buen payés, toda excelencia apesta a cuerno quemado.

* Adaptación del vocablo catalán lletraferit: herido por la literatura, amante de cultivar las letras.

 

~ ‘VINYAFERITS’* (II): Carlos Rodríguez, de Selva Vins

Carlos Rodríguez, entre malvasía.

«Cada vino es como una canción: cambias dos pequeños detalles y aparece algo distinto. Y cada botella, es un concierto, una experiencia única, en riguroso directo.» Quien habla es Carlos Rodríguez Furthmann y sus símiles musicales no son en absoluto casuales. Hombre de viña y músico curtido en el rock, sigue agitando las baquetas en Samba pa ti. Durante nuestro encuentro en su pequeña bodega de Selva, no suena Carlos Santana, pero sí la vertiente más psico de otra bestia parda de la púa, el bluesero Steve Ray Vaughan: ¡solos de guitarra picando el tiempo como un cuchillo cebollero pasado de revoluciones! También los vinos -las canciones- de Carlos Rodríguez rebosan energía y sensibilidad porque no tienen más objetivo que «expresar la uva y la añada, ¡pero de verdad!». Son vinos sin trampa ni cartón, inmediatos, transparentes. Vinos crudos. Fue precisamente en Raw Wines, la feria de vinos naturales de Londres, donde hace diez años tuvo la revelación de lo que quería hacer: productos sin añadidos, sin necesidad de excesos tecnológicos, sin tanta enología. Todo lo demás, lo que no querría hacer, ya lo había aprendido por sus experiencias anteriores en bodegas industriales de buen tamaño. Esa determinación, esa actitud de rocker, hace que sus vinos no dejen a nadie indiferente: o desconciertan o entusiasman. Antes viticultor que vinatero, Carlos Rodríguez empezó cuidando la viña de su padre, en Biniali, y pronto le tomó el gusto. Se formó a base de ir preguntando a los payeses del lugar. En 2008, tras la mentada vida laboral en grandes bodegas, se hizo autónomo para dedicarse a cuidar fincas de allá y de acullá mientras empezaba a hacer vinos para su gobierno (autoconsumo), siempre con una ayudita de los tratados de enología de la saga Hidalgo. En poco tiempo tuvo localizadas las mejores viñas de Mallorca, la mejor materia prima para empezar a ponerse en serio.

Clarete y malvasía de Selva Vins.

Al menos dos experiencias pioneras cosecha en su haber este vinyaferit de ánimo templado y risueño: el primer ancestral y el primer (y hasta el momento único) clarete elaborados en la isla. Empecemos por este último. ¿Qué diablos es un clarete, además del patito feo de los vinos, según prejuicios del consumidor local? Respuesta válida: el resultado de fermentar conjuntamente un 80 por ciento de mosto de uva blanca y un 20 por ciento de mosto de uva tinta con pieles. Nada que ver con el rosado, que se hace sólo con uva tinta sin pieles. El binomio bicolor de Selva Vins reúne premsal blanc de Felanitx y gorgollassa de Pollença y da como resultado un cigales a la mallorquina, un ortodoxo clarete para el chiquiteo y la fiesta: un vino amigo. En cuanto al ancestral, vino espumoso de una sola fermentación que culmina en botella, Carlos Rodríguez lo elabora con su variedad favorita, la asilvestrada y montés gorgollassa, tan rústica como elegante. Le anotamos un tercer logro en vanguardia: es el primer bodeguero que utiliza en Mallorca barricas de castaño, en su caso para crear un blanco mágico: el Premsal Castaño, con tres meses de crianza. Y sus proezas no se quedan aquí: ha recuperado la única parcela de malvasia que quedaba en Estellencs. De este pequeño viñedo surge su herbáceo Malva, vino con nueve meses de crianza sobre lías finas, de poco grado y cuya buena acidez le garantiza esa vigorosa longevidad que ya exhibe su primera añada: 2016. Además, Selva Vins fue de los primeros cellers de la isla en recuperar el brisat (u orange), blanco fermentado con pieles. Su gran misterio es el GN (¿gran noche?), tinto experimental que elabora con una variedad en vías de autorización. Para cuando lleguen los permisos, estaremos todos tocando el blues y más que borrachos.

* Adaptación del vocablo catalán lletraferit: herido por la literatura, amante de cultivar las letras.

~ INTERIORES DE MENORCA (II)

Nofre y Raul Gonyalons, de Algendaret Nou (Maó).

Entre vacas rojas. Nofre y Raul Gonyalons, padre e hijo, se turnan los domingos para poder ordeñar cada día a sus diez vacas vermelles (rojas), raza autóctona que en su día fueron afinando con el concurso de un toro. Obtenida la leche, elaboran en crudo uno de los mejores quesos de la isla, merecedor del aval Arca del Gusto que concede Slow Food. Inspirado por la lectura de los primeros números de la revista Integral, a finales de los 70, Nofre fue pionero al reconvertir Algendaret en una finca de agricultura ecológica. Hoy otro de sus productos punteros es la sobrasada de cerdo negro alimentado con harina de cebada y suero de leche, todo del propio lloc (predio), y además comercializan huevos de gallinas de pastura. Esta vaquería, a sólo 4,5 kilómetros de Maó, ofrece venta directa, pero sus productos pueden encontrarse también en Bio Magatzem, cuidada tienda de alimentos con certificación ecológica.

Queso azul de cabra, elaborado por Marc Casasnovas.

Azul de cabra. Me reencontré al cabo de los años -unos cuantos- con Marc Casasnovas, a quien conozco de su etapa culinaria en Cas Ferrer de sa Font, fonda de Ciutadella donde ponía gambas con queso (hablo de 2003) o paletilla de cabrito con parmentier de manzana. Sigue entre cabras y cabritos, pero ahora retozando en el campo, y elabora uno de los quesos más notables de la isla: el azul (y ecológico) de cabra autóctona menorquina, raza que se ha empeñado en recuperar: ¡un hurra por Marc! Me alegro de que se esté planteando abrir el mismo local -una vetusta y mágica herrería de 1756- pero centrándose en la degustación de quesos locales, proyecto que ni pintado para Menorca. Por el momento, puedes encontrar a este cabrero en su pequeño puesto del mercado agrario de Ciutadella el miércoles o el sábado, día de espléndido ambiente en esta encantadora y bulliciosa plaza de abastos.

Julián Mármol, chef-asesor del nuevo Godai.

Menú menorquinipón. Asistí al menú inaugural de Godai, «el primer japomenorquín del mundo», según reza el lema de su elegante tarjeta de visita. El Grup Moga ha fichado a Julián Mármol, cocinero multimarca afincado en Madrid, para su ambicioso proyecto en Suites del Lago, un cinco estrellas de Cala’n Bosch (Ciutadella). A corto plazo, el objetivo es centrarse en el producto de la isla, pero de entrada se trabaja también con ingredientes foráneos, desde atún de Cartagena hasta salmón de Nueva Zelanda. Les reto a que -por más esfuerzo que suponga- den todo el protagonismo a la despensa local. El chef de Yugo The Bunker y Godai demuestra su habilidad para conjuntar sabores y crear armonías (ortiguilla en tempura con anguila ahumada y escabeche de mejillones) y los bocados tienen esa sutileza desconcertante del paladar nipón. El mejor, sin duda, el fundente nigiri de kamatoro (pieza entreverada del cuello del atún) con gelatina de tosazu (vinagre de arroz macerado). El nombre del restaurante hace alusión a los cinco elementos esenciales, entre los que, según la cultura japonesa, debe incluirse el vacío.

Lluís Anglès, en la tanca o parcela 13 de Binifadet.

Mucho más que vinos. Atentos a la frenética actividad de la bodega-restaurante Binifadet, que ha cogido la gestión del mítico chiringuito Bucaneros, instalado en una vieja caseta de pescadores de Binibèquer, y este mes reabrirá el American Bar, en Maó, con una oferta de tapas y raciones. Además, Lluís Anglès se embarcará junto a Hauser & Wirth en la recuperación de la cantina del hospital militar de la Illa del Rei, islote del puerto mahonés donde esta galería suiza está a punto de abrir un centro de arte. Binifadet tiene planeado para esta ubicación impar un bistró de mar dedicado al producto fresco, según me adelanta Lluís, que ya ha bautizado el establecimiento como Cantina. Ismael Alonso se ocupa, como chef ejecutivo, de toda la oferta gastronómica de este celler de Sant Lluís. Y de cara a lo mucho que aún nos queda de verano, cierro esta reseña con dos refrescantes recomendaciones monovarietales, el rosado de merlot con barrica Tanca nº 13, y el Pieles, chardonnay fermentado en tinajas con hollejos y pepitas.

~ LA CRISIS, EN VEINTE AUDIOS (III)

La gastrónoma Xesca Coll pone imágenes a esta secuencia coral de audios sobre la crisis.

BÀRBARA MESQUIDA, bodeguera: “Este es el año del 50 por ciento: del 50 por ciento de ventas, del 50 por ciento de producción -mildiú a tope-, pero del 100 por cien de paciencia. Nos hemos dado cuenta de que somos vulnerables y de que necesitamos flexibilidad, juego de cintura. A mí me ha ayudado muchísimo el contacto con la naturaleza y me sigue ayudando a entender que hay una voluntad de transcendencia en cada acto agrícola y en el cuidado de nuestro entorno. Ahora cobran más sentido que nunca todas esas cosas que he defendido desde siempre: la importancia del consumo local, la ayuda mutua, el hacer las cosas desde el corazón y, sobre todo, la ilusión por tener nuevos proyectos y afrontar nuevos retos.” (Bàrbara Mesquida es enóloga y propietaria de la bodega Mesquida Mora, de Porreres).

SARA VALLS, cocinera: “A título personal, la crisis me ha servido para ser más consciente de la importancia del autoabastecimiento, del producto local y de la sostenibilidad, y creo que Formentera tendría que mirar más hacia este tipo de economía. Sobre Carmen by Blanco, restaurante del Blanco Hotel, hemos trabajado incluso mejor que otros años y, por el tipo de clientela, hemos podido darnos a conocer a nivel nacional. De todos modos, hay que admitir que el turismo extranjero es necesario. En relación al Janis, del hotel Five Flowers, ha supuesto un gran reto abrir este pedazo de restaurante en plena crisis y me siento muy satisfecha por lo logrado. La incertidumbre provocó muchas cancelaciones de última hora, pero ha habido turismo de junio a octubre, por lo que la isla todavía ha salido bien parada.” (Sara Valls es jefa de cocina de Blanco y Five Flowers Formentera, ambos de Paya Hotels).

JOAN MARC, cocinero y restaurador: “La crisis ha despertado en mí el instinto primitivo de supervivencia para mantener a flote el restaurante con nuevas estrategias. Durante el confinamiento, hice muchos directos y publiqué recetas sencillas en redes sociales: tenía claro que el público local sería clave en la reapertura. Volví con una oferta de take away, lo que me ayudó mucho psicológicamente gracias al contacto con los clientes. Luego abrí puertas y retomé el menú de tast y la propuesta de tapas. Además, ahora tenemos la opción de chef a domicilio. No tengo solución para todo este percal. Oigo mucho eso de reinventarse, pero no acabo de entenderlo. No somos ni magos ni inventores. Somos cocineros y hemos de cocinar, como los médicos han de sanar y los electricistas, dar luz… como los políticos, ¡vaya!” (Joan Marc es chef-propietario del restaurante Joan Marc, en Inca).

IRENE GUTIÉRREZ, cocinera y restauradora: “Aprovechando el tiempo de la cuarentena, pude hacer pequeñas reformas, arreglos que eran necesarios, y cambiar la carta del restaurante. Cuando nos tocó abrir, descubrimos la fidelidad del cliente local y nacional, pudimos sentir su calor, lo que es muy de agradecer porque ellos nos han dado la oportunidad de seguir trabajando. Enseguida cambiaron nuestros objetivos y actualmente nos conformamos con sobrevivir y poder pagar a todos los que nos ayudan a continuar. También hemos notado la sensibilidad de las personas a las malas noticias sobre la pandemia, con la que habrá que aprender a convivir. Ahora no nos queda otra que tener esperanza y seguir luchando.” (Irene Gutiérrez es chef-propietaria del restaurante Sumaq, en Palma).

CLAUDE MONTI, cocinero y restaurador: “Toda la normativa impuesta a causa de la pandemia ha hecho que nos replanteemos cómo enfocar el restaurante ahora mismo, pero también a largo plazo. Es importante ofrecer a nuestros clientes la mejor relación calidad-precio, como siempre hemos intentado hacer, pero además queremos que se sienta especial, que disfrute, dándole un trato cercano, espontáneo y sincero, nada forzado ni encorsetado. No se trata sólo de comer bien y a un precio interesante. A fin de cuentas, la gente viene al restaurante a pasar un buen rato y por eso hay que sumar, desde la sala, ese valor añadido para que salga contenta. Así va a ser el Toque: un lugar espacioso, con menos aforo y con un servicio amable y cálido.” (Claude Monti es chef-propietario del restaurante Toque, en Palma).

NOTA: Las declaraciones han sido recabadas a través de mensajes de audio.

~ LA CRISIS, EN VEINTE AUDIOS (I)

La gastrónoma Xesca Coll pone imágenes a esta secuencia coral de audios sobre la crisis.

MIQUEL GELABERT, bodeguero: «Ha pasado lo que vengo anticipando desde hace años: que llevábamos todos los huevos en la misma cesta, se nos ha caído la cesta y se nos han roto prácticamente todos. Yo, al enfocarme a la restauración, que ahora está a cero o a uno, pues llevo un 20 por ciento de las ventas que debería llevar a estas alturas del año. Con eso, más toda la incertidumbre, ya te puedes imaginar cómo tenemos la moral… Esto va de mal en peor, se alarga cada vez más y yo no sé cómo acabará nuestro sector. Si la exportación funciona un poco, tal vez nos salvemos de la quema, pero si los demás países están como nosotros, entonces lo tenemos muy mal.» (Miquel Gelabert es vitivinicultor y dueño de la bodega manacorina Vins Miquel Gelabert).

EDU MARTÍNEZ, cocinero y restaurador: «No tenemos que preocuparnos, sino ocuparnos, pensar y adaptarnos a la nueva realidad que nos proponen o nos van imponiendo, básicamente porque las especies que han sobrevivido no fueron ni las más fuertes ni las más inteligentes, sino las que se adaptaron mejor al cambio. De nada sirve seguir bien preparado en un mundo que ya no tiene lugar. Hubo un día en que, dentro de una comunidad, seguramente se consideró una locura que una familia pudiera aislarse en el piso 34 de un edificio, así como hoy podemos ver como una locura que los restaurantes dejen de ser puntos de encuentro y pasen a ser cápsulas de regocijo individual, que Dios no lo quiera, pero mientras tanto a seguir adaptándonos… para poder seguir siendo.» (Edu Martínez es chef-propietario del restaurante Brut y de Monsieur Gordo Brewery, en Llubí).

‘NORI’ PAYERAS, maître y restauradora: «Esta crisis está haciendo que pequeños negocios como el nuestro vayan desapareciendo, ya que la ayuda que tenemos, sobre todo los autónomos, es prácticamente nula. Seguimos pagando los mismos impuestos pero ahora con un porcentaje de clientela bastante más bajo. ¿La solución? Pues está en manos del Gobierno, que sólo piensa en él mismo y no en nosotros, pequeños empresarios que hasta ahora hemos contribuido a levantar el país. En resumen, es una pena.» (Leonor Payeras es jefa de comedor y propietaria del restaurante Es Racó d’es Teix, en Deià).

PEP JOAN, autónomo y camarero: «Comparando con la crisis anterior, ahora es inútil machacarse la cabeza buscando nuevas ideas para atraer clientes, ya que evidentemente no hay gente que vaya a venir. Estos días, al cansancio físico de una dura jornada de trabajo se suma el cansancio mental por todas las explicaciones que tienes que dar a la gente que te entra sin mascarilla o que se apalanca con dos cañitas cuando hay gente esperando para entrar… También agota que uno intente hacer bien las cosas y ver que otros locales se pasan la normativa por el forro. No tengo nada positivo que decir. Si contara con ahorros y no tuviera que pagar ni hipoteca ni nómina, me quedaría seis meses confinado en casa hasta que todo pasara.” (Pep Joan es propietario de la cervecería Lórien, abierta desde 1990 en Palma).

JOAN BAGUR, cocinero y restaurador: «Después de haber reformado el suelo de la cocina e invertido mucho en producto, empecé a trabajar el 1 de marzo y el 14 nos confinaron. Este iba a ser el año de la consolidación y ha sido el año en que el Estado nos ha obligado a endeudarnos. Al final, he perdido cuatro años de amortizaciones. La crisis sanitaria es brutal, pero el sector restauración ha cumplido, trabajando incluso con menos aforo del permitido. Creo que he aprendido a vivir mucho más al límite. Estas cosas sirven para hundirte o para ir a más y yo le he dado otro empujón a mi cocina, así que estoy tranquilo en lo que respecta a mi trabajo. El panorama está muy complicado: hasta finales de 2022 no veremos un poco de luz.» (Joan Bagur es chef-propietario del restaurante Rels, en Ciutadella).

NOTA: Las declaraciones han sido recabadas a través de mensajes de audio.

~ RICAS MIGAJAS DE MARZO (y III)

Toni y Juan González, de El Serbal y La Favorita.

Como buen contribuyente autónomo (a día 31 ya se han cobrado la cuota sin ningún miramiento), voy cumpliendo el arresto domiciliario impuesto por el mando político-militar único. Y vaya por delante que apruebo todas las restricciones, y aún me parecen laxas, ya que antepongo la salud pública a la intocable productividad. 42.017. ¿Les suena esta cifra? Son los millones de euros que aún nos deben los bancos desde aquel infame rescate unilateral. ¡Urge su íntegra devolución sin más rodeos! Sin obviar el trastorno económico que nos deja la pandemia y, sobre todo, el que va a acarrear en los próximos meses, tampoco hay por qué quitarle a esta indeseada situación su parte mágica: ciervos brincando a plena luz del día por las calles de Gasteiz, una ciudad severamente castigada por el bichino. En mi caso, las jornadas transcurren entre libros, música y buenos alimentos. Estos días he vuelto a felicitarme por haber estudiado cocina, sobre todo por lo que esta actividad cotidiana tiene de aprovechamiento. En la misma dirección, el encierro me obliga a ir rebuscando en blocs y papeles solitarios aquellos apuntes de la primera quincena de marzo -tan remota- que puedan contener algo interesante: así como los restos de nevera y despensa, los garabatos siempre deparan sorpresas. Entre lo que quedó por contar, está la cena organizada por Valduero en el restaurante palmesano El Náutico. Fue el 9 de marzo y Miguel Domínguez, director comercial de esta bodega de Ribera del Duero, ya bromeó sobre la feliz posibilidad de que nos confinaran de forma inmediata en compañía de los dos cocineros invitados y de tan buenos vinos. Y en verdad que no hubiera ido ni tan mal dejarse alimentar durante un mes por los González: el cántabro Toni, de El Serbal y El Nuevo Molino, y el burgalés Juanillo, de la taberna La Favorita.

Papada de cerdo con calabaza, de La Favorita.

Fue un menú de siete platos y cinco descorches para un encuentro auspiciado por la distribuidora de vinos y licores Rullán Navarro. Destacaré dos copas -no precisamente las más premium- por lo bien que se avinieron con sus correspondientes bocados. Empiezo con un pionero: el García Viadero Albillo 2018, blanco voluminoso que encajó sin pestañear un entrante a base de guisantes, oreja y caldo de manitas elaborado por Juan González (La Favorita). Esta antigua uva de postre, la albillo mayor, tradicionalmente marginada para vinificar, fue aprobada como variedad principal por el consejo regulador de Ribera del Duero hace sólo cuatro meses. El otro par perfecto fue el formado por la merluza sobre salsa de mantequilla de Toni González (El Serbal) y el Valduero Una Cepa 2015, tinto que debe su nombre a que cada botella sale del rendimiento de una planta. Máxima simbiosis entre fruta y madera, distinguida frescura para una suprema de pescado que salió perfecta de punto. Además de buenos vinos, la cena también tuvo reencuentros sabrosos. Después de varios años, volví a coincidir con el cocinero Joan Torrens (ex Es Baluard), que estaba echando un cable en fogones y que finalmente -según me dijo- no se sumará al renovado celler Can Amer, trasladado por su hermano Tomeu al polígono de Lloseta. Quien sí tiene proyecto a la vista es el sumiller Alfonso Sánchez, quien me contó que deja el hotel Villa Italia para hacerse cargo del restaurante Rocamar, sin moverse del Port d’Andratx. Y también saludé al restaurador Pedro Esteban, felizmente jubilado. El fundador del Mesón Can Pedro, abierto en 1976 y con una plantilla de 93 personas, presumió de haber trabajado siempre con un equipo muy estable y me detalló el caso de una empleada que cumple ahora 44 años en la casa -desde la apertura- y que sólo ha faltado quince días en toda su vida laboral. Quedamos en que me acercaré a probar el arroz seco de lechona y gambas que prepara en este popularísimo grill de Génova el menorquín Llorenç Bagur, pero eso será cuando nos den la condicional.

~ LOS LUGARES DEL VINO

Trabajos de vendimia en tierras de Consell (Mallorca). Fotos: bodega Ribas

El vino está de moda. Y lo está desde hace al menos 2.700 años, como demuestra el buen consejo del griego Alceo de Mitilene: «No plantes ningún árbol antes que la vid». O los versos imperativos de otro de los titanes de la lírica griega más remota, Arquíloco de Paros: «Destapa las jarras panzudas y escancia el vino rojo hasta el fondo de heces / pues no podremos soportar sobrios esta guardia». Pocas cosas han resistido en el candelero tantísimo tiempo y con un consenso tan amplio. La poesía, buena amiga del vino, es otra de ellas. Habrá que ver lo que nos dura la fiebre vírica de Instagram, Facebook y otras redes antisociales, pero no creo que alcancen ni los cien años escasos que llevamos libando en los poemas licorosos y florales de Luis Cernuda. Una botella de vino, un libro y tiempo por delante, sin interferencias: ¿acaso puede pedirse algo más? Un paisaje que acompañe, tal vez, y una compañía que no atosigue: «Tu em fas més sol i aixó està molt bé», canta Pere Pla en El pes del cel. Tampoco habrá tantos placeres que, como el vino, estén tan íntimamente ligados a un paisaje concreto… Y aquí es adonde quería llegar: a los lugares del vino. A sus lugares y a sus gentes. Porque Mallorca acogerá la próxima primavera un foro profesional dedicado a comunicación y enoturismo, Comuvicate, con participación de periodistas especializados, bodegueros y sumilleres. Contra lo que pueda suponerse, el enoturismo es un modelo de negocio que apenas está empezando a despuntar en las islas, pero todo es cuestión de tiempo. Viñedos y bodegas son hoy destinos gastronómicos a la altura de los mejores restaurantes y la razón es de peso: donde mejor puede entenderse y disfrutarse un vino es en su lugar de origen, sobre todo cuando te lo cuentan a pie de viña sus creadores. Cada buen vino es, en cierto modo, la destilación de un paisaje vivo.

Uva cosechada en los viñedos de Ribas.

Organizado por la agencia de comunicación gastronómica Como Pomona, el simposio se desarrollará en la Escola d’Hoteleria de les Illes Balears (EHIB) los días 27 y 28 de abril. Para la primera jornada se ha programado una mesa redonda sobre el papel del sumiller en la experiencia eno/oleoturística, tema que abordarán Joan Arboix (restaurante Andreu Genestra), Tiffany Blackmann (Aubocassa y Roda) y Gil Panadés (Mallorca Wine Tours). El periodista y gastrónomo Rafa Gimena, promotor de Comuvicate, ejercerá de moderador. Seguirá a esta actividad una prometedora cata de vinos «con relato» guiada por Ramon Francàs, redactor de La Vanguardia especializado en información vitivinícola. La segunda jornada se abrirá con un debate sobre la prescripción del enoturismo en el que intervendrán los periodistas Margalida Ripoll, directora del diario vinícola VadeVi; Ruth Troyano, especialista en turismo enológico, y David Jobé, cofundador de la agencia y guía digital Enoturista junto a Judith Cortina. Esta última se encargará de guiar la siguiente discusión, sobre enoturismo y redes, en la que participarán representantes de varias bodegas mallorquinas. Sin salir del terreno de la comunicación digital, Marianela Sandovares nos adiestrará sobre cómo «sacar jugo a Instagram» en un interesante y ameno taller dirigido a bodegas y community managers. Y como remate de esta primera edición de Comuvicate, tendrá lugar en la EHIB la comida titulada «El maridaje de los doce vinos», con comentarios a cargo de los bodegueros participantes, que acoplarán sus vinos a un menú elaborado por los alumnos de la escuela. Será el colofón a un foro que pondrá en primer plano la importancia de paisaje y paisanaje en la creación y promoción del vino. Como bien nos cuenta el mejor enoturismo, visitar una bodega es profundizar en una comarca y salir al encuentro de lugareños comprometidos con su territorio. No está de más recordar, con cada trago, que todo vino tiene su lugar en el mundo.

 

~ LA NUEVA BODEGA DE MARÍA SALINAS

María Salinas y su hija Andrea Urbano.

María Salinas y su hija, Andrea Urbano.

¡Qué poco me gusta la gente que no cambia! Los tozudos, los cabezotas, los de credo inamovible, los tercos que nunca se contradicen, con el culo pegado al burro y la vida sobre raíles. Prefiero a los de condición errática y errante, a los peregrinos sin fe, antes que a los erre-que-erre. Hay quien dice ‘yo haré esto’ y sí, lo cumple, lo hace durante toda su vida sin darse cuenta de que en nada está repitiéndose como ese maldito cromo que sale siempre. Cansada de tonterías, la cocinera María Salinas, brava como ella sola, ha vuelto a virar de rumbo y ha dado un vuelco, una vuelta de campana, a su fonda de Mancor de la Vall. Ni corta ni perezosa, ayer suprimió el menú-degustación y las formalidades anexas para refundar el establecimiento inaugurado en 2015. Pues bien, ahora acaba de rebautizarlo como Bodega María Salinas y ha estrenado una breve y sencilla carta concebida para que todo el mundo -y ella, la primera- se lo pase bien, sin estresarse ni rebuscar nada. Pero vamos ya al grano: ¿qué se puede comer hoy en esta cantinita de montaña? Mis primeras recomendaciones: no perderse, de entrada, ni la cremosa croqueta de cocido ni la ensaladilla rusa. Se puede seguir con la coca salada del día (de trinxat y botifarró, por ejemplo) y con alguna de sus conservas tuneadas, como la de mejillones con tomate asado, polvo de torreznos y mahonesa escabechada. Para mojar hogazas de pan, hay cazuelitas salseras como la de botifarra a la cerveza. Y si se quiere pasar a mayores, se puede compartir un plato de cuchareo, desde un arroz de caldero con muslo de pato, meloso y especiado, a una olleta de judías pintas con chipirones o lo que la cocinera tenga ese día. En el capítulo más canallesco, hamburguesas de ternera o lechona que pueden tomarse entre pan o entre ensaimada. Brindo por esta vuelta de María Salinas a la cocina popular con que se dio a conocer en el hotel Brondo Architect. Su hija, Andrea Urbano, ejerce de cantinera atenta y sin protocolos. Se acabaron las ambiciones de cara a la galería. Y las ceremonias.

Barqueta de ensaladilla y croqueta de cocido.

Barqueta de ensaladilla y croqueta de cocido.

~ MAGNÉTICA MENORCA (III)

David de Coca, chef de Sa Llagosta.

David de Coca, de Sa Llagosta.

Càntera, escorball, verderol… Es decir, chopa, corballo, verderón… Pescados plebeyos, sin fama, sin el pedigrí y los oropeles que lucen rodaballos relumbrantes, estilizadas merluzas, feroces rapes. David de Coca, patrón y chef de Sa Llagosta, pone a los pobres en el sitio que se merecen, en el podio, junto al preciado raor (lorito o galán) o el bonito del norte… de Menorca. Estamos en el puerto de Fornells, célebre por la caldera de langosta, que en los restaurantes no reposará nunca lo suficiente para alcanzar su plenitud de sabor. Una langosta no es mejor que una sardina, ni que una nécora, ni que un chicharro. Según el escritor y gastrónomo Josep Pla, la vedette del mar debe su fama al simple hecho de carecer de espinas, cualidad anatómica que hace que los comensales -cada vez más perezosos y pedantes- puedan relajarse al hincarle el diente. Es lo que tienen los crustáceos. Los menorquines también guisan en caldera (cassola o tià de barro) el congrio, la lisa, la morena, el serrano… Y asan al horno otros humildes pescados en compañía de patatas, ajo, perejil, tomate y pan rallado. Muchas de estas recetas populares pueden consultarse en el libro Sa cuina des poble de Menorca, una recopilación del gastrónomo y editor Bep Al·lès, que preside la Associació de Periodistes i Escriptors Gastronòmics de Balears.

'Raor', al completo.

‘Raor’, en sashimi y fritura.

Hoy por hoy, David de Coca es quien mejor trabaja en la isla el inagotable bestiario marino. En su menú-degustación de principios de septiembre había carnosas escupiñas al natural con granizado de manzana; raor en sashimi, con toda su carcasa crujiente, chicharrones de su piel y salsa ponzu; quinoa con calamar, papada, pesto y queso menorquín viejo; bonito con licuado de oliva verde, encurtidos, uvas y salicornia de Fornells; ceviche de càntara (con rocoto y ají de autocultivo); verderol a la plancha con alioli; salmonete con embarrado de pimiento escalivado (al gratén), puré de patata y aceite de sobrasada; corballo a la mantequilla con alcaparras de la isla, tomate (de cor de bou) y cebolla roja, y albóndiga de ternera con sepia y alcachofa, un estofado de mar y montaña. David de Coca, conocido por todos como Coca, compra directamente a los pescadores en este puerto sin lonja. Toda va del mar a los fogones, sin intermediarios. Peces, moluscos, crustáceos y cefalópodos lanzados a lo más alto y a lo más profundo de sus sabores.

~ NO A LA HAMBURGUESA ‘GOURMET’ (y II)

Carpaccio de kobe, del restaurante Xoriguer.

Carpaccio de buey wagyu, del restaurante Xoriguer.

Siguiendo con el espinoso asunto de la hamburguesa, la pregunta es: ¿por qué pagar 10, 12 ó 15 euros por una vulgar gourmetburger y no 29 por una hermosa bandeja de lomo alto de ternera hereford asada lo justo sobre las ascuas y guarnecida con patatas fritas caseras y piquillos confitados? Cuentan que la hamburguesa más cara del universo mundo, la glamburger de kobe, se sirve en un restaurante de Chelsea (Londres) al precio sanguinario de 1.400 euros. Pues bien, en el Xoriguer, de Palma, ponen un carpaccio de wagyu con vinagreta de tomate y piñones (el de la foto) por 22 pavos. Y también en onda crudívora y al razonable precio de 24, un notable steak tartar de la misma carne, cortada en dados (a cuchillo) y aliñada sólo con una ligera vinagreta y una pizca de yema para no desfigurar su sabor. En cocina, se afana el argentino Hernán Campos, virtuoso de la parrilla, y dirige el asador Guillem Miró con la misma cordialidad de la que ya hizo gala en el Txakoli, de Santa Catalina, reciclado hace dos días en una hamburguesería. Lo que le faltaba a la parte peatonal de la calle Fàbrica (el cierre del colmado Can Manresa hacía presagiar el naufragio) para convertirse en un bulevar insulso y sin sustancia. Aparte de hereford estadounidense, el Xoriguer sirve ternera de la Valmuza (la morucha salmantina) y angus de Aberdeen, así como chuletones de rubia gallega y del Valle del Esla (León) y lomo alto de wagyu criado en Chile, entre otros selectos cortes de vacuno. Esta última pieza, la de mayor infiltración de grasa o marmoreo, coronó el menú temático ofrecido este martes junto a los sutiles tintos de Figuero (Ribera del Duero), con la colaboración de la distribuidora Catavinos, que no para de agitar el ambiente gastronómico. Inaugurado en 1970, el Xoriguer ocupa un lugar muy destacado en la historia de la restauración mallorquina. El maestro Juan Romero lo cogió en 1982, tras su paso por el Áncora, y sacó estrella en la Michelin de 1983. Entre 1998 y 2005 lo regentaron Óscar Martínez y Tolo Trias, quienes pelearon durante siete años con una de las cocinas más arriesgadas que ha dado Palma. Guillem Miró lo reestrenó como asador el 6 del 6 del 06. El fanal lleva casi 45 años encendido y los carnívoros sibaritas peregrinan hasta la parte alta de Santa Catalina (los veganos deambulan por el sur) para poder hincarle el diente a algunas de las mejores carnes del mundo. Próximamente, el Xoriguer servirá kobe llegado desde el mismísimo Japón, que acaba de liberalizar su exportación. ¡Y pensar que hasta hace muy poco no había vida (ni negocio) más allá del chuletón de Ávila con rioja!