~ CAFÉ (SOLO) DE HIGOS
Un higueral de tres mil árboles puede dar para mucho, sobre todo si reúne 1.384 variedades de 64 países diferentes, como ocurre en la finca de Son Mut Nou. Da, por ejemplo, para una cosecha pródiga y larga, ¡de mayo a enero!, pero eso no es lo que le interesa a Montserrat Pons, creador de este vasto campo experimental ubicado en Llucmajor. Para él, lo realmente importante es rescatar una variedad que estaba en un tris de perderse para siempre jamás. Las 266 variedades del archipiélago balear figuran en la colección de este farmacéutico mallorquín e higólogo universal. Como él mismo explica, «es una forma de conservar el patrimonio agroalimentario y de honrar las vivencias de los antepasados». Su filosofía demuestra algo que no me cansaré de repetir: que la gastronomía es cultura y no foros para el lucimiento y la adoración de chefs. Para dar salida a una pequeña parte de la ingente producción de Son Mut Nou, Montserrat Pons se dedica a la elaboración de nuevos derivados del higo. Y lo hace con la misma pasión que puede llevarle a las antípodas de la isla en busca de un esqueje o de un plantel.
A nadie le sorprenderá que del higo pueda hacerse un vino dulce e incluso un aguardiente, pero más de uno fruncirá el ceño si oye hablar de cerveza o espumoso de higo. Y empezará a hacer muecas si se le propone una cata de vinagre de higo. El último de los productos que ha salido de Son Mut Nou es el café de higo. Se trata, en realidad, de higos torrefactos y molidos que, infusionados, dan una bebida deliciosa. Montserrat Pons parte de ocho variedades de higo negro y agosteño. Los seca al sol durante 18 días en el interior de secaderos donde se sobrepasan de mucho los 40 grados. A continuación, los tuesta en horno de leña -el proceso dura tres días- y los refrigera para molerlos en frío (se quedan como piedras) y finalmente tamizar el polvo resultante, muy parecido al café. Hace más de cien años, ya se elaboraba este torrefacto en Austria y Hungría con higos secos procedentes de Turquía y Argelia. La fórmula fue recogida en 1899 por Toni d’es Forn, erudito de Llucmajor que fundó la revista de agricultura Es pagès mallorquí. Ya durante la Primera Guerra Mundial, los cafeteros austriacos importaban higos de Mallorca y vendían su producto bajo el curisoso eslogan de «No hay café sin higos».