Archivo de 11 de febrero de 2022

~ ‘VINYAFERITS’* (II): Carlos Rodríguez, de Selva Vins

Carlos Rodríguez, entre malvasía.

«Cada vino es como una canción: cambias dos pequeños detalles y aparece algo distinto. Y cada botella, es un concierto, una experiencia única, en riguroso directo.» Quien habla es Carlos Rodríguez Furthmann y sus símiles musicales no son en absoluto casuales. Hombre de viña y músico curtido en el rock, sigue agitando las baquetas en Samba pa ti. Durante nuestro encuentro en su pequeña bodega de Selva, no suena Carlos Santana, pero sí la vertiente más psico de otra bestia parda de la púa, el bluesero Steve Ray Vaughan: ¡solos de guitarra picando el tiempo como un cuchillo cebollero pasado de revoluciones! También los vinos -las canciones- de Carlos Rodríguez rebosan energía y sensibilidad porque no tienen más objetivo que «expresar la uva y la añada, ¡pero de verdad!». Son vinos sin trampa ni cartón, inmediatos, transparentes. Vinos crudos. Fue precisamente en Raw Wines, la feria de vinos naturales de Londres, donde hace diez años tuvo la revelación de lo que quería hacer: productos sin añadidos, sin necesidad de excesos tecnológicos, sin tanta enología. Todo lo demás, lo que no querría hacer, ya lo había aprendido por sus experiencias anteriores en bodegas industriales de buen tamaño. Esa determinación, esa actitud de rocker, hace que sus vinos no dejen a nadie indiferente: o desconciertan o entusiasman. Antes viticultor que vinatero, Carlos Rodríguez empezó cuidando la viña de su padre, en Biniali, y pronto le tomó el gusto. Se formó a base de ir preguntando a los payeses del lugar. En 2008, tras la mentada vida laboral en grandes bodegas, se hizo autónomo para dedicarse a cuidar fincas de allá y de acullá mientras empezaba a hacer vinos para su gobierno (autoconsumo), siempre con una ayudita de los tratados de enología de la saga Hidalgo. En poco tiempo tuvo localizadas las mejores viñas de Mallorca, la mejor materia prima para empezar a ponerse en serio.

Clarete y malvasía de Selva Vins.

Al menos dos experiencias pioneras cosecha en su haber este vinyaferit de ánimo templado y risueño: el primer ancestral y el primer (y hasta el momento único) clarete elaborados en la isla. Empecemos por este último. ¿Qué diablos es un clarete, además del patito feo de los vinos, según prejuicios del consumidor local? Respuesta válida: el resultado de fermentar conjuntamente un 80 por ciento de mosto de uva blanca y un 20 por ciento de mosto de uva tinta con pieles. Nada que ver con el rosado, que se hace sólo con uva tinta sin pieles. El binomio bicolor de Selva Vins reúne premsal blanc de Felanitx y gorgollassa de Pollença y da como resultado un cigales a la mallorquina, un ortodoxo clarete para el chiquiteo y la fiesta: un vino amigo. En cuanto al ancestral, vino espumoso de una sola fermentación que culmina en botella, Carlos Rodríguez lo elabora con su variedad favorita, la asilvestrada y montés gorgollassa, tan rústica como elegante. Le anotamos un tercer logro en vanguardia: es el primer bodeguero que utiliza en Mallorca barricas de castaño, en su caso para crear un blanco mágico: el Premsal Castaño, con tres meses de crianza. Y sus proezas no se quedan aquí: ha recuperado la única parcela de malvasia que quedaba en Estellencs. De este pequeño viñedo surge su herbáceo Malva, vino con nueve meses de crianza sobre lías finas, de poco grado y cuya buena acidez le garantiza esa vigorosa longevidad que ya exhibe su primera añada: 2016. Además, Selva Vins fue de los primeros cellers de la isla en recuperar el brisat (u orange), blanco fermentado con pieles. Su gran misterio es el GN (¿gran noche?), tinto experimental que elabora con una variedad en vías de autorización. Para cuando lleguen los permisos, estaremos todos tocando el blues y más que borrachos.

* Adaptación del vocablo catalán lletraferit: herido por la literatura, amante de cultivar las letras.