~ PROLOGANDO ‘ARCHIPIÉLAGO SUQAR’
A la hora de escoger destinos de viaje, nunca apunto demasiado lejos. Prefiero profundizar en el entorno, abundar en lo más próximo, que en mi caso es el pequeño e inabarcable Mediterráneo. Me gusta reconocer las analogías, hallar las afinidades, descubrir otras miradas sobre lo que es propio y, al mismo tiempo, común, compartido, y como periodista gastronómico, gozar de las variaciones sobre una misma despensa. La segunda novela de Mar Barba es también una forma de celebrar lo que nos une y distingue a la vez gracias a los sutiles matices de cada orilla. Así, la berenjena –por citar un ingrediente de culto en Mallorca, mi isla de residencia– protagoniza el zaalouk marroquí en compañía de tomate y especias, se entrelaza con pimientos asados y migas de bacalao en el popular esgarraet valenciano o se acopla al pesto rojo calabrés junto a los tomatitos secos y la guindilla. Tres formas de interpretar el fruto morado en los tres escenarios que acogen esta novela.
Archipiélago Suqar es un festín de aromas y sabores, una narración que traba ingredientes y ensarta historias de ardua supervivencia. Sus personajes son errantes: se mueven, migran, viven “en tránsito” –título de su anterior novela–, dejándose guiar por el hedonismo y el entusiasmo. También por el compromiso, la aventura y la solidaridad porque, en definitiva, todo viaje (no meramente turístico) conlleva una búsqueda del otro y un anhelo, más o menos consciente, de autotransformación. Mar Barba es también una mujer nómada. Tras vivir en Italia, Suiza y Francia, en 1993 fundó en la capital valenciana el restaurante Alghero, lugar donde la conocí por mediación del gastrónomo Antonio Vergara. Este añorado maestro de la ironía aparece en la novela, durante una de sus inspecciones culinarias tras el seudónimo de Ibn Razin, que adoptó en homenaje a un jurista, poeta, historiador y gastrónomo murciano del periodo andalusí. ¡Qué rápida y temerariamente tendemos a olvidar nuestra propia historia!
Además de un elogio del mestizaje gastronómico cabal, con sentido (al trasladarse a Valencia, la tangerina Adila prepara la bastella con acelgas y gambitas), la segunda novela de Mar Barba es también una apología de la convivencia entre culturas, con el literario Tánger de los 60 como paradigma de tolerancia. Junto a subtemas como la fiebre del ladrillo, las mafias caciquiles locales o la gentrificación, otro de los asuntos protagonistas de este relato costumbrista e intergeneracional es la amistad, afecto impermanente (como todo) y que, en ocasiones, ha de ser objeto de reconstrucción. Y por último, pero no menos importante, Archipiélago Suqar es un tributo a la lucha cotidiana de las mujeres, a su humana implicación, a su sobresfuerzo como sexo oprimido y a su íntima conexión con la vida.
(Prólogo a la segunda novela gastronómica de Mar Barba, Archipiélago Suqar, editada en 2020 por Els Vents del Mediterrani)
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