~ BARCELONA EN SUBURBANO (y II)

Portada del libro de Apicius.

Portada del recetario clásico de Apicius.

«La palabra antiquizar no está registrada en el Diccionario» de la Real Academia Española, pero todo es cuestión de tiempo y el tiempo corre que vuela. Ya se antiquizan violines y violas, hay propuestas vecinales para antiquizar hoteles -en lugar de renovarlos- y la filóloga María Moog-Grünewald se ha referido a la obra de Cervantes como una réplica «contra el exagerado antiquizar» de sus coetáneos. Me gusta la palabra antiquizar, que podría definirse como «restaurar una cosa para devolverla a una edad pretérita». Lo antiquizado sería así mucho más viejo que lo viejuno, otra palabra no autorizada. Si un buen ejemplo de cocina viejuna puede ser el cóctel de gambas, uno de cocina antiquizada sería la receta de vulvas de cerda rellenas de carne picada con garum, puerros y piñones, de Marcus Gavius Apicius (siglo I d. C.). Visto así, lo viejuno estaría más cerca del gusto por lo decadente (o vintage) y lo antiquizado, más vinculado a lo clásico. ¿Y acaso puede haber algo más clásico en nuestra cocina que el De re coquinaria? Esta es una de las principales fuentes históricas en las que se inspira Albert Raurich para la oferta antiquizada de Dos Pebrots, restaurante del Raval barcelonés. Cogí el metro en Fontana, una de mis estaciones favoritas, para acercarme al barrio inmortalizado por José Luis Guerín en su documental En construcción. Casi acabo en la Barceloneta, pero reculé a tiempo.

Arroz viudo con amante (tuétano), de Dos Pebrots.

Arroz viudo con amante (tuétano), de Dos Pebrots.

No había vulvas en carta, pero sí mamelles o tetillas de cerda. Apicius las incluye en el capítulo de exquisiteces, mérito al que hace justicia la versión retromoderna de Raurich, quien las confita y acompaña de un consomé de jamón. Deliciosos pezones ibéricos cogidos con pinzas: el clímax de un menú largo y arqueológico. Hubo más momentos cachondos para compartir: la ‘cebolla negra’, escalivada y regada con garum; las habitas con leche de almendra, aromatizadas con menta, vinagre y cilantro; las yemas de erizo con jamón en gelée, o el arroz viudo (tradicionalmente sin carne) pero con amante: tuétano rallado (más alcachofas como único tropezón). Otro plato estimulante fue el pichón madurado y macerado, con matiz dulce aportado por la miel y la pechuga perfecta de punto. Platos con regusto antiguo, históricos pero no siempre historicistas, ya que es imposible reproducir fielmente las sucintas y vagas recetas de Apicius y otros compiladores del Pleistoceno. El estudio de la tradición más remota sirve aquí como palanca de inspiración. Elasticidad y buen ritmo en el servicio (se adaptan bien a los caprichos de cada mesa) e inteligente presentación de la carta de vinos, perfectamente diseñada para dar con lo que buscas, en nuestro caso una garnacha de medio cuerpo: Sindicat La Figuera (DO Montsant). También hay buena selección de vinos por copas y en porrón (de dos tamaños). Me arrepentí de no ir al baño, en el que puede escucharse un monólogo del añorado y lingulampiño Pepe Rubianes. Salut!

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