~ EN TIERRA DE AJO NEGRO
Viajo en autocar desde las candilejas de Madrid Fusión hasta los tierras austeras de La Mancha, donde el ajo morado alcanza todo su esplendor. A mi paso por Mota del Cuervo, saludo a los blancos molinos que el buen hidalgo fue a confundir con «desaforados gigantes» de largos brazos y a quienes tuvo el valor de retar a «fiera y desigual batalla». Revivo su mamporro y sigo ruta hacia Las Pedroñeras, humilde villa de fama mundial gracias a la calidad de los ajos que dan sus campos y a las tremendas sopas que, entre otras cosas, hace con ellos Manolo de la Osa en los fogones de Las Rejas. Allí comí y bebí de lo lindo con Dolores Suárez, directora comercial de Black Allium, marca pionera -y puntera- si hablamos de ajo negro creado a partir de ajo fresco nacional. Un producto bicéfalo, ya que ha surgido de la colaboración entre la firma conquense JR (ajo y salsas) e InnoFood, empresa de innovación y desarrollo agroalimentario radicada en Granada. Las cabezas de ajo se seleccionan a mano y se mantienen aproximadamente un mes en cámaras de fermentación (o maduración) con niveles de temperatura y humedad controlados. El resultado es un ajo que ha multiplicado sus virtudes terapéuticas y a la vez se ha despojado de ese lado pungent que tanto disgusta a los remilgados.
De sabor tirando a dulzón y textura algo más suave que la de una gominola (se puede confundir con una chuche), el untuoso ajo negro es un ingrediente que ya se ha incorporado a la cocina contemporánea como uno más. Así como en tantas otras cosas, Ferran Adrià fue pionero en importarlo y experimentar con su peculiar tono agridulce, que a unos les sabe a regaliz y a otros les recuerda a café, salsa de soja, ciruela pasa o mora silvestre. La brigada de Las Rejas nos preparó ex professo un menú inspirado en el ajo negro, con platos como los bombones de queso y trufa en gelatina de ajo negro, el ajoarriero con papada ibérica, espinacas, setas y cremoso de ajo negro, el lomo de pargo con anguila ahumada, alcachofa, puré de coliflor y salsa de ajo negro, o el brownie de ajo negro con helado de avellana y crema de tocinillo de cielo. Sorprendente, la versatilidad del black allium -gran potenciador de sabores- para acoplarse a productos de tan distinta naturaleza. Aparte, no faltaron cuatro clásicos de la casa: la ostra con calabaza, cítricos y azafrán, la memorable sopa invernal de ajo morado, el foie mi-cuit con taninos de vino tinto, uva caramelizada, puré de manzana y mazapán de especias (en la imagen) y la perdiz con lentejas guisadas y setas de temporada. Cito sólo parte de la degustación, que fue larga y tendida, pero pasó volando. Tan corta se hizo que perdí el autocar de vuelta y hubo que adelantarlo al galope, en cochecito, para alcanzar a cogerlo en la parada de Mota del Cuervo, habilitada en un antiguo silo de trigo.