~ SOS TAPALMA
Concluyó este sábado, sin mayor pena ni gloria, la décima edición de TaPalma, una feria-concurso que vivió su momento de auge de 2008 a 2010 y ahora está agonizando. Habrá que cambiar muchas cosas para que esta cita gastronómica vuelva a ser la fiesta que fue hace tan poco, cuando sólo en el barrio de Santa Catalina participaban 18 locales, los mismos que el total de este año. Algunas no podrán cambiarse, o al menos no en dos días, ya que se refieren a la idiosincrasia insular, más doméstica e individualista que proclive al paseo cotidiano con alterne social y taberneo, tan propio de otras ciudades menos sureñas. Si no fuera por los turistas y por el fenómeno de las terrazas, cuya proliferación está cambiando la fisonomía del centro urbano, podría darse a Palma el título de ciudad menos mediterránea del Mediterráneo. En fin, ya digo que, contra esto, hay poco que hacer, por muchas rutas de pinchos que se inventen. Si lo que TaPalma busca es buen ambiente y calidad, no lo ha encontrado este año. De las tapas presentadas a concurso, sólo media docena merecía el bocado, y se ha visto circular a muy poca gente, en parte por el frío y la lluvia, que causa una especie de espanto atávico en los indígenas. Para esquivar el mal tiempo, tal vez habría que volver a las fechas de antaño, el puente del Pilar, y no estar cambiando año tras año, ya que eso no hace más que despistar al personal. De cara a sucesivas ediciones, y si se quiere superar el récord de 2010, con 54 participantes, convendría eliminar la cuota de inscripción, al menos para los miembros de la patronal Restauració, asociación organizadora que está inmersa en un proceso de cambio y crecimiento. Además, TaPalma debería ampliarse a otros barrios, más periféricos, pero garantizando un mínimo de locales por ruta. En realidad, el concurso tendría que extenderse a todo el archipiélago, pues el vencedor compite luego en la edición nacional de Valladolid. Lo lógico es que acuda a esa final un campeón provincial, y no uno palmesano (el colmo del centralismo). Para ello, estaría bien separar la faceta de concurso de lo que es feria, y celebrarlo aparte, con preselecciones, semifinales insulares y lo que haga falta. De esta forma, cada uno de los concursantes podría dar lo máximo. También sería positivo que se realizara una cata previa -con asesoramiento gastronómico- para garantizar la calidad de todos los pinchos de la feria. Son sólo cuatro ideas que podrían debatirse a fin de recuperar el ánimo festivo, gourmet y multitudinario que se merece TaPalma. La próxima semana sabremos quién ha sido el campeón de esta décima entrega. Me declaro un ferviente partidario de esta fiesta gastronómica (siempre la viví así) y creo que urge rescatarla y darle un nuevo impulso. Pero para que eso se refleje en la edición de 2015, habrá que ponerse las pilas a partir del 7 de enero. Nueve meses dan para mucho.
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