~ TRES EMPANADAS
Por mí, ya que anda con la tijera y no piensa más que en contentar al Capital, la despiadada derechona podría cargarse la tediosa Semana Santa con su rosario de insufribles días festivos. ¿A qué vienen tantos días consagrados a la improductiva beatería? Nunca he entendido esa permisividad con los cristos, las vírgenes y los encapuchados, que toman las calles a su antojo y las llenan de cera, redobles militares y melodías desafinadas. Si se cepillaran la Pascua, sólo echaría en falta una cosa: las empanadas de cordero caseras, que yo siempre consumo en Viernes Santo, día de obligado ayuno carnívoro. Eso hice anteayer y ayer, y lo mismo haré hoy: comer compulsivamente panades de diferentes hornos, bares y casas. La empanada fue el primer tupperware de la historia, como no se ha cansado de repetir el gran repostero Miquel Pujol, ensaimadero mayor del Forn de sa Pelleteria, abierto desde 1565. Una pena, que este vetusto horno de sa Calatrava, conocido también como Ca’n Miquel, vaya a cerrar sus puertas el día 30 de junio.
De todas las empanadas (públicas) probadas estos días, la mejor ha sido la de El Fornet de la Soca, comercio regentado desde hace quince meses por Tomeu Arbona en la calle Sant Jaume. Notable trabajo de rescate de antiguas recetas, el de este expsicoterapeuta que trabajó como educador social en Son Banya, poblado indestructible. Otra empanada de primer nivel es la que elabora la simpática madona del bar y antigua posada de carretera S’Hostalot, en el barrio homónimo de Son Ferriol. Un local con ajados pósters del Barça y calendarios con suculentas pin-ups. Los sibaritas y yonquis del café acuden aquí a por su dosis diaria porque lo hacen con agua de lluvia. Tercera en el ranking, la de Ca sa Camena, forn del barrio de Santa Catalina donde, además, ponen chocolate del bueno a sus coquetas monas de Pascua.