~ POR VIGO Y O ROSAL (y II)
El clímax del viaje a Pontevedra estuvo en el paseo por las viñas de la bodega Terras Gauda, cultivadas en zona boscosa, algo muy infrecuente en latitudes meridionales. Mañana soleada en el valle de O Rosal, junto a la desembocadura del Miño, donde el agua empieza a escasear de forma preocupante. Tierra de robles, castaños, eucaliptos -los depredadores del monte-, setas -que aquí apenas se consumen-, caballos, torcaces, perdices y voraces jabalíes que hozan entre las cepas, removiendo el terreno. El joven enólogo Emilio Rodríguez, director técnico de la bodega, nos hace de guía. Se agradecen sus explicaciones concisas, llanas, pacientes, llenas de entusiasmo y conocimiento. Antes el vino se hacía en la bodega, pero desde hace unos años, y cada vez más, el vino se hace en la tierra: el cuidado de la viña es vital y prioritario. Por eso los enólogos andan tan atentos al cielo como los payeses, pero no miran hacia arriba, olisqueando el aire, frunciendo el ceño y escrutando a los dioses, sino a la pantalla del computer. Si no menos mudable, el tiempo no es ya tan imprevisible. Gracias a la creciente precisión de las predicciones meteorológicas, la incertidumbre, con su carga de angustia, se va atenuando. Como para tantos surferos y regatistas, uno de los favoritos de Emilio Rodríguez es Windguru, servicio de previsión del tiempo orientada a la práctica de windsurfing, kitesurfing (con cometa de tracción) y otros deportes relacionados con las veleidades del viento. Ofrece datos fiables a diez días vista, todo un avance en comparación con lo que nos contaba hace cuarenta años Mariano Medina, el primer hombre del tiempo en la historia de la televisión española. Las exhaustivas tablas de predicción de Windguru avanzan en intervalos de tres horas. Otro de los favoritos del enólogo de Terras Gauda es El Tiempo, web de José Antonio Maldonado, también en RTVE durante muchos años. Ya no es «siempre gris» el cielo de Galicia, como cantaba Siniestro Total. En la imagen, el techado azul de Rías Baixas sobre los sarmientos invernales, con cuatro nubes deshilachadas, la mañana del 28 de febrero. ¡Danzaré para que el cambio climático no ose dejarnos sin la grata acidez del albariño!
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