~ NIEVE Y HAMBRE
Hoy podría haber subido una bonita imagen de azoteas blancas de Palma, donde ha amanecido nevando como casi nunca, pero hubiera sido una más de entre las miles de estampas colgadas en las redes sociales. Aunque no ha sido una nevada como la de 1956, la ciudad se ha puesto blanca y se notaba en la gente (poca) esa emoción que siempre crea la belleza infrecuente. De buena y fría mañana, me he lanzado a las calles con mi hija, Naia, de seis años, para sentir esa dulzura única de «la nieve en la mejilla», citando uno de los versos que Borges dedicó a su amada Inglaterra. Las ráfagas blancas que aparecen en la foto son copos de nieve. Es el portal de un local benéfico del Convento de los Capuchinos, donde se distribuyen bocadillos. Paseando bajo la nieve, me he acercado hasta allí y me he parado a preguntar. Los voluntarios reparten diariamente más de 300 bocadillos, en sólo hora y media, y la demanda va creciendo. Esta obra de beneficencia recibe el nombre de Pa de Sant Antoni y se conoce también como el pan de los pobres. Los días que toca reparto semanal de bolsas con alimentos básicos, se forman unas colas terribles. De seguir así las cosas, llegarán pronto hasta las puertas del Olivar, mercado central de abastos. En nuestro entorno, el frío agudiza los efectos de la pobreza y de la soledad. Seguimos el paseo y Naia levanta la cabeza y abre la boca porque quiere comerse la nieve.